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Las cooperativas ponen cerco a la última amenaza de las viñas del Marco

innovación en la vendimia Las nuevas tecnologías al servicio de la viticultura

Aecovi emplea tecnología punta para detectar la botrytis en la uva recién vendimiada, en pleno auge por el abandono · El nuevo sistema garantiza la sanidad de la cosecha y la mejora de calidad

Medición del ácido glucónico con biosensor en Las Angustias.
Ángel Espejo / Jerez

04 de septiembre 2011 - 01:00

La cooperativa de Las Angustias recibe las últimas entregas de uva de la presente vendimia, cuyo cierre se demorará unos días por la irrupción de la lluvia. La campaña, de las más cortas que se recuerdan, viene marcada sin embargo por la alta calidad de la cosecha, sometida a un control estricto este año para evitar la entrada en el proceso de elaboración de los vinos de Jerez de uva que no reúna los requisitos mínimos necesarios por la cada vez más extendida falta de cuidados del viñedo.

El Consejo Regulador ha hecho especial hincapié este año con la aprobación de una nueva norma que limita el contenido de ácido glucónico, problema que es sinónimo de uva con botrytis o podredumbre gris y que se ha disparado en los tres últimos años por el abandono de las labores de la viña previas a la vendimia a causa de los problemas de tesorería que atraviesan los viticultores.

Bodegas punteras de las principales denominaciones de origen españolas, francesas y portuguesas han incorporado un innovador sistema de biosensores que permite detectar de forma rápida, económica y sencilla la concentración de este ácido en la uva recién vendimiada, y por el que también han mostrado su interés países del cono sur americano.

Entre los operadores del Marco que se han sumado a esta iniciativa figuran las cooperativas de Aecovi (Las Angustias de Jerez, Covisan de Sanlúcar, Católico Agrícola de Chipiona y la Unión de Viticultores de Chiclana) pioneras en la adquisición del equipo que emplea tecnología punta para medir la concentración del ácido glucónico, para el que incluso han fijado un límite inferior al máximo establecido por el Consejo para garantizar una mayor calidad de los mostos que dan origen a los caldos jerezanos.

Cada entrega de uva que entra por Las Angustias o en cualquier de las otras tres cooperativas de Aecovi se somete al análisis del glucónico, cuyo resultado se obtiene en cuestión de segundos para determinar el destino del producto, que en caso de rebasar el límite tendrá uso como vino de segunda. La uva que supera el corte entra en los lagares, que según explica el presidente de la cooperativa, Miguel Espinosa, también han sido divididos este año en tres apartados en función de su calidad: el de Jerez Superior, en el que entra la uva de calidad excepcional; el de los mostos azufrados que Aecovi viene realizando desde hace años para diversificar la producción; y el mixto, que se podrá destinar a uno u otro uso.

Con la campaña a punto de finalizar, Espinosa asegura que "únicamente se ha echado para atrás una partida de uva que venía en mal estado". "El resto, prosigue- ha entrado sin problemas porque este año hay más calidad, entiendo que porque los viticultores se han aplicado más" tras los nuevos controles y requisitos de calidad que rigen para la uva.

El precio del nuevo biosensor enzimático de probada eficacia a escala industrial ronda los 6.000 euros, a los que hay que añadir los costes técnicos y de personal para la supervisión de las mediciones, inversión que se justifica en la mejora de la calidad de los mostos.

Hasta ahora la selección de la uva se realizaba a través de complicadas analíticas o a simple vista, lo que requería tiempo, paciencia y agudeza visual, pero con los equipos desarrollados por Biolán -empresa vizcaína de I+D+i curiosamente instalada en un parque tecnológico como el que no termina de arrancar en Jerez- no hay margen de error, lo que además de facilitar la labor ofrece una garantía adicional a los consumidores.

La gerente de Aecovi, Carmen Romero, subraya que las cooperativas bajo la disciplina de esta organización mantienen su apuesta por la mejora de la calidad y la búsqueda de soluciones a los graves problemas que arrastra el Marco de Jerez, que más que un propósito se ha convertido en una obligación para los que tienen aspiraciones de mantener la actividad en momentos especialmente difíciles y en los que muchos han tirado la toalla por la falta de rentabilidad de la viña.

"Vamos al frente de los problemas y desde el principio hemos tenido clara la apuesta por la calidad, pues la podredumbre se ha disparado en los dos últimos años", explica Romero, quien pese al principio básico de que "para el productor la base es producir" celebra todo lo que contribuya a la ansiada estabilidad entre producción y ventas, caso de la merma de la cosecha de este año o del control de la calidad.

Las Angustias tenía previsto poner fin a la vendimia el sábado, pero el aguacero veraniego del jueves y el viernes trasladarán el cierre a los primeros días de la próxima semana. Hasta el jueves, la cooperativa había completado ya el 90% de la recepción de uva, unos siete millones de kilos de los que saldrán 10.000 botas de mosto, lo que supone una merma de la producción, generalizada en todo el Marco, de entorno al 7%.

Pese a las enormes dificultades a las que se enfrentan hoy día los viticultores, los socios de Las Angustias que siguen en activo son optimistas y piensan que las cosas se van a arreglar, relata Espinosa, quien se alinea con esta hipótesis. "Nosotros solo trabajamos el mercado local porque no tenemos infraestructura para vender fuera, pero en el último año las ventas del despacho de vino han aumentado un 17%, que no está nada mal".

El presidente de Las Angustias es consciente, no obstante, que aún habrá que seguir luchando para poner freno a los abandonos, que en los últimos tres años, bajo el paraguas del programa de arranque voluntario financiado por Bruselas, ha provocado la salida de una treintena de socios y la pérdida de unas 120 hectáreas.

"La cooperativa llegó a tener 300 socios de los que, si la memoria no me falla, quedan unos 270, mientras que la superficie de viñedo ha bajado del millar, para quedarse en los 850 o 900 hectáreas", apostilla Espinosa. Es la triste realidad de un sector en horas bajas que sueña con salir algún día del profundo bache, en el que en mayor o menor medida está inmerso el sector del vino mundial. Iniciativa y valentía no le faltan a las cooperativas, que están poniendo todo de su parte para conservar una actividad ancestral y de gran calado social.

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