Todo es dinero
Parados y temporeros del campo y la construcción se suman a la recogida de chatarra · Soy chatarrero, soy ecologista
Desde la loma más alta donde se encuentra la entrada al taller de desguace y chatarra 'Puente del Duque' se adivina la figura de un hombre empujando un carrito de bebé con una desordenada mercancía. El hombre se para, coge resuello y continúa la escalada por la cuesta. Está cansado y bañado en sudor. Es Gregorio, dicen todos. Gregorio es cliente habitual de la chatarrería del polígono industrial de El Portal. Cuatro años ya yendo y volviendo a pie a su casa de Cerrofruto.
- ¿Qué trae en el carro?
- Lo que he encontrado. Algo de aluminio, cables de cobre, algunas cosas que me han apartado en naves del polígono...
- ¿Cuánto le pagarán?
- Unos treinta euros...
Gregorio se acerca a la báscula. Jesús, uno de los responsables del negocio, se desembaraza de lo que no les vale: muebles, maderas, plásticos, también las neveras... Vuelve la mercancía a la otra pesa. Gregorio muestra su DNI. Jesús usa la calculadora y paga a Gregorio.
- Me voy con más de 24 euros. Esta mañana les vendí 6,84 euros. No es la leche, pero son 30 euros.
Y se fue con excesiva prisa portando el carrito.
- ¿Dónde va?
- Al Merca. Y luego, a Cerrofruto, a mi casa, a cenar.
Esa es la rutina diaria de Gregorio. Es un chatarrero de los antiguos. Trabajó en Canarias de director de cocina, fue pizzero profesional y también tocó la construcción. Eran tiempos mejores. Volvió a Jerez y quedó en paro. Tiene una hija y su mujer trabaja en lo que sale de limpiadora. Así lo sobrellevan.
Los precios los conoce de corrido: El kilo de aluminio se paga entre los 80 céntimos y 1,10 euros; el hierro, de 0'19 a 0'11 céntimos; la chapa, a 0,17; el bote, a 60 céntimos; el latón, de 2,30 a 2,60 euros y el cobre, la 'joya de la corona', el oro rojo, 1,70 euros por kilo con PVC y 4,40 el ya pelado.
Es el chatarrero, el que busca y rebusca entre escombros, vertederos, basureros y talleres. Pero ya hay muchos chatarreros, demasiados. El campo no da más de sí y el ladrillo, ya se sabe. Por eso, una legión de parados y temporeros del campo sin cualificación se han lanzado a la calle a recoger todo lo que tenga algo de valor. Es el 'todo es dinero'. Son nuestros mejores ecologistas. Unos van a diario con furgonetas, otros en coches particulares, en antiguas bicicletas o, simplemente, andando. Así es este oficio, que ahora anda 'tocado de muerte' por la nueva ley de residuos, que obliga al chatarrero a darse de alta como autónomo, esto es, que los chatarreros y aquellos que se dedican al menudeo de chatarra están obligados a conseguir una licencia de técnicos transportistas de residuos sólidos no peligrosos y transformarse en empresas o autónomos con el respectivo pago del Impuesto de Actividades Económicas.
La nueva normativa ha movido al colectivo en la capital, especialmente entre la etnia gitana, que son mayoría en la recogida de residuos, y que protagonizaron en Madrid la primera manifestación de chatarreros en la historia de España a la consigna de 'Chatarra sí, impuestos no' o 'La crisis de Zapatero, la paga el chatarrero'. En parte del país aún no se ha notificado esta obligatoriedad que, en la práctica, hace al pobre aún más pobre. La ley entró en vigor el pasado 28 de julio y entiende que todo producto férreo que se encuentra en la calle es de propiedad municipal, lo que impide la labor de estas personas de recogida y venta de residuos.
Alberto, hermano de Jesús, se muestra muy pesimista al hablar de este asunto, que mermaría horriblemente el trabajo en las chatarrerías y el pan de muchas familias. Porque, ¿y si no fuera por la chatarra?
Alberto y Jesús lo dejan claro: "La chatarrería no descansa durante todo el día. Calculamos que más de 150 personas vienen a vender chatarra de manera diaria. Ya no son los de toda la vida. Ahora hay muchos jóvenes, padres parados con hijos y familias enteras que nunca se habían acercado por aquí y que no tienen más remedio que hacerlo ahora. Implantarles el pago de unos impuestos que no pueden abonar ni con la propia venta de chatarra nunca sería una buena solución".
En la chatarrería 'Puente del Duque' no se descansa. La actividad es incesante y hay que andar entre montañas y montañas de metal de todo tipo. Es una 'guerra de chatarra': radiadores, llantas de aleación, cobre, latas de refrescos, lavadoras, hierro y todo lo imaginable que puede ser metal. Detrás de todo esto, en el fondo, el drama de muchas familias obligadas por la situación actual. Porque, ¿y si no fuera por la chatarra?
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