Los orígenes del agua que bebemos
Una visita a la planta potabilizadora de El Montañés, donde se tratan 2.500 litros de agua por segundo y en donde se trabaja a conciencia para conseguir un producto de calidad
"Me paso mucho tiempo mirando el agua, y no se qué es."
Santa Teresa de Jesús
¿Es buena el agua que consumimos a través del grifo? Esta semana, la Universidad de Cádiz daba a conocer un estudio en el que indicaba que así al menos lo creen los jerezanos, que puntuaban su olor y sabor con una nota, sobre 10 puntos, cercana al 6. Pero, ¿verdaderamente se conoce el trabajo que se realiza para conseguir un agua de calidad? ¿Se sabe lo que hay detrás de ese nimio gesto de abrir un grifo para tomar un vaso de agua, ducharse, o limpiar una pieza de fruta?
El Consorcio de Aguas de la Zona Gaditana es el organismo responsable de la gestión de ese agua para su consumo en 18 municipios de la provincia: Algar, San José del Valle, Paterna de Rivera, Medina Sidonia, Arcos, Jerez, Trebujena, El Puerto, Sanlúcar de Barrameda, Chipiona, Rota, Cádiz, Puerto Real, San Fernando, Chiclana, Conil, Vejer y Barbate, lo que supone una población cercana a los 800.000 habitantes pero que en verano llega a alcanzar los 1,2 millones.
El agua del que se nutre el Consorcio proviene de los embalses de Los Hurones y Guadalcacín, que tienen una capacidad de almacenamiento de 135 Hm3 y 800 Hm3, respectivamente, y a través de ellos, el agua se distribuye por una compleja red de tuberías de casi 600 kilómetros de longitud hacia las cuatro plantas de tratamiento con las que cuenta el Consorcio, en Cuartillos, Paterna, Algar y la de El Montañés, en el término municipal de Puerto Real.
El trabajo que realiza el personal de laboratorio del Consorcio comienza en el punto de origen del agua, en los embalses, debido a que éstos están en continua evolución por la gran cantidad de variables que intervienen, sobre todo climatológicas, como el viento, la lluvia o los cambios de temperatura. Aquí, en la salida de los embalses es donde se realiza un primer tratamiento del agua a base de permanganato potásico, que contribuye a la eliminación de hierro, manganeso, algas, plancton, hongos y bacterias y todas aquellas sustancias orgánicas que le dan al agua mal olor, color y sabor.
Posteriormente, el agua comienza su larga travesía hasta las diferentes plantas de tratamiento.
En la de El Montañés, Antonio Delgado, responsable de esta planta, explica en principio la mala fama que sigue teniendo el agua del grifo entre buena parte de la población. "La gente piensa que el agua embotellada, solamente por eso, por estar en una botella, ya va a ser mejor o más sana, cuando eso no tiene nada que ver. De hecho, debido al calor, el propio plástico de la botella puede cambiarle el sabor al agua". En su explicación, Delgado señala igualmente que las campañas que hacen las compañías en televisión hacen mucho a la hora de que la gente piense los supuestos beneficios del agua y afirma que la que podemos consumir a través del grifo tiene prácticamente la misma composición que la de una de las marcas más caras que se pueden encontrar en el mercado, "lo que pasa es que eso la gente no lo sabe. Existe esa imagen del agua del grifo, sobre todo por desconocimiento, que hay que ir cambiando", afirma, a la vez que destaca la "calidad de la materia prima" con la que trabajan. "En cuanto a la calidad, el concepto es relativo, ya que parámetros para analizar hay muchos, depende de con qué los compares, pero afortunadamente está entre las mejores. Si la comparamos con la media del resto de España, estamos muy por encima. Sobre todo la del embalse de Los Hurones es muy buena agua".
Las instalaciones de El Montañés, donde nos encontramos, se edificaron a finales de los años 70. Esta planta tiene una capacidad de tratamiento de 2.500 litros por segundo. El agua de salida de esta instalación va a parar a unos depósitos con una capacidad de 200 millones de litros, repartidos en cuatro vasos con 50 millones de litros cada uno, y desde estos depósitos reguladores se suministra el agua hacia cada uno de los depósitos de cabecera de las poblaciones.
Tras la primera fase de tratamiento llevada a cabo en los embalses, aquí se llevan a cabo otras cinco. Por un lado, la precloración: al agua, tras su llegada a la planta de tratamiento, se la somete a un primer tratamiento con cloro para eliminar determinados minerales que aparecen disueltos como el hierro y el manganeso y otros componentes como amoníaco o bacterias, entre otros. Posteriormente a esta fase, se realiza una absorción con carbón activo en polvo, un reactivo en el que quedan atrapadas aquellos contaminantes, como plaguicidas, que puede contener el agua. Posteriormente, este carbón que contiene en su interior estos contaminantes es eliminado del agua mediante decantación.
La tercera fase es la del ajuste del PH. Para que el tratamiento de potabilización se desarrolle adecuadamente, debe mantenerse controlado el grado de acidez o PH del agua. Para ajustar este parámetro hasta los valores deseados, se recurre a la dosificación de dióxido de Carbono.
A continuación, el agua se somete a una etapa de decantación, que persigue eliminar aquellas partículas que le dan turbidez, además de eliminar materia orgánica y otros microorganismos patógenos. Como esas partículas no se decantan por sí mismas, se recurre a la adición de dos reactivos químicos, el coagulante y el floculante. Este proceso se realiza en grandes estructuras de hormigón llamados decantadores. En su fondo se depositan las partículas que le daban turbidez al agua, mientras que por su superficie sale el agua clarificada, que va a parar a un sistema de filtración que contiene unos 70 centímetros de arena silícea, en el que quedan retenidas todas las impurezas que aún contiene el agua.
La última etapa es la de desinfección. El agua, una vez filtrada, vuelve a ser sometida a un nuevo tratamiento con cloro, aunque ahora lo que se persigue es exclusivamente la desinfección del agua, es decir, la destrucción de aquellos organismos patógenos que pueden causar enfermedades. Potabilizada el agua, se distribuye hasta los depósitos de cada uno de los municipios donde se vuelve a clorar el agua para garantizar aún más su calidad higiénico-sanitaria antes de suministrarla para su consumo.
Antonio Delgado recuerda que todas estas etapas están controladas por el personal de laboratorio. "El volumen de muestras que se analizan superan casi las 3.000 al año, lo que da una idea de lo complejo y de lo exigente que es nuestro control de calidad", afirma. Por si esto fuera poco, cada municipio está obligado por las normativas a hacer su propio control, al que se añade el que realiza la Consejería de Salud, lo que hace que un mismo producto esté controlado por tres entidades diferentes. "El agua es el producto con más controles de calidad, mucho más que la embotellada", concluye Delgado.
Actualmente, también en El Montañés se encuentra una pequeña planta instalada por la Universidad de Cádiz donde se trabaja, de forma experimental, con una técnica llamada Nanofiltración que permitiría obtener un agua de gran calidad, consiguiendo su ablandamiento, decoloración y la eliminación de micro contaminantes.
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