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Desdolarización global: el inicio del declive del imperio
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El mapa de Jerez se ha ido haciendo cada vez más grande en las últimas décadas. Lo que cuarenta años atrás eran las afueras hoy se venden como 'cercanas al centro'. Ocurre en San Benito y La Unión, por ejemplo. Montealto no era las afueras, era casi un más allá, más allá de las rondas de circunvalación. Los tiempos de burbuja provocaron una ampliación sin límites que fue acercando al núcleo urbano las tradicionales ventas de mosto con sus viñas. A un salto de Montealto se proyectaron en los años 2000 diferentes complejos urbanísticos que mancharon los mapas más allá de la antigua N-IV. Eran los Altos de Croft, El Carrascal o Los Villares, estos últimos colindando con la carretera de Trebujena.
Agustín García Lázaro explica que desde Ecologistas En Acción se presentaron diversas alegaciones al último Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) porque "Jerez ha asaltado al campo". Con el crack inmobiliario, se detuvieron estas expansiones en la zona Norte como la de los proyectos que iban a rellenar el espacio entre Caulina y el acceso a la autopista o algunos enclaves eminentemente rurales que fueron urbanizados junto al cementerio. "Todas las ciudades tienen un Paseo de las Delicias, que se llaman así porque eran una vía en la que la ciudad se hacía dulcemente campo. Tanto hemos crecido que fíjate dónde queda ahora, por detrás de Montealegre, donde también se ha ido proyectando sin reflexionar. Y lo que han hecho con las urbanizaciones junto Torrox no tiene nombre. A aquello no se le puede llamar laguna, es un estanque adonde va a parar la tierra cuando llueve. Se han gastado tres millones de euros en limpiar aquello y todo viene de que en teoría sobre esta zona había proyectada otra urbanización en alto que habría detenido esa sedimentación. Lo cierto es que la situación actual no tiene sentido y en un par de años de lluvia aquello se volverá a ensuciar".
El arquitecto Manuel Ángel González Fustegueras es quizá el mayor experto en desarrollo urbano y en las mutaciones que ha vivido Jerez. "Hay proyectos recogidos en el último plan que amplían la zona Sur hasta prácticamente el fin del término municipal hacia El Puerto". A su juicio, el expansionismo que se recoge legalmente en este documento es "excesivo". Cualquier proyecto de ciudad debe consolidarse con un PGOU. "Tendríamos que llevar a cabo una reflexión, pero creo que un nuevo proceso de aprobación no sería lo oportuno. Bastaría, quizá, con reprogramar lo que aparece reflejado, que se marque cómo se tiene que ejecutar el plan".
A día de hoy, el PGOU no está en la agenda pública, como explica García Lázaro. "Es complicado pensar que se pueda llevar a cabo un proceso de aprobación, porque no hay condiciones políticas para elaborar un nuevo plan". Dicho de otra forma. "No hay proyecto de futuro porque el Ayuntamiento en estos momentos se limita a gestionar la penuria, a salir adelante día a día y sin una mayoría fuerte". La realidad en estos entornos de macroexpansión es que se está volviendo a construir. No es un impulso equiparable al de los locos años 2000, pero ciertamente algunos promotores -la mayoría de ellos, particulares- están perdiendo el miedo a endeudarse. Igualmente, están floreciendo por la ciudad nuevas entidades inmobiliarias que tramitan las ventas de viviendas vacías. Algunas de estas construcciones en el noroeste de la ciudad fueron ocupadas pero en otras hay muchas más viviendas que gente.
María Jesús reside en una de estas últimas desde hace tres años. Cuenta que la mayoría de residentes son familias jóvenes. Llegó sabiendo lo que había, un entorno que recibe al campo sin delicia, sino que rompe entre acerado y antiguo viñedo. "Yo estoy contenta porque me encanta meter por el campo a mi perro. Él corretea detrás de los conejos aunque no les ataca". En su zona estaba prevista la construcción de un centro de barrio que se quedó en proyecto. "A mí sí me gustaría que se hicieran las zonas verdes y que lo adecentaran un poco, pero me he acostumbrado a vivir aquí". Los inconvenientes no son pocos. "Por esta zona se vienen chavales con sus motitos a hacer carreras y resulta molesto. Algunos se cuelan en la antigua bodega de Croft, que en su día desguazaron y se llevaron hasta el último cable". Lo más reseñable son los robos que se han producido en los garajes. "Últimamente ha estado pasando más por aquí la Policía Local y se ha calmado la cosa, pero hubo un tiempo en el que actuaban con impunidad. Yo siempre que veo algo raro, llamo. Una noche vi cómo se colaba una familia en un chalé abandonado y enganchaban los cables a un contador".
En la calle trasera de su urbanización, una hilera de contadores situados cada 15 metros se yerguen dispuestos a abastecer de electridad a urbanizaciones que existieron en miniatura en los muestrarios de entidades inmobiliarias hace una década. Junto a ellos, un pequeño parque infantil donde nunca se corretea y un semáfoto que parpadea eternamente en ámbar porque no está programado al carecer la calle de vehículos. "Por esta parte se ponen muchas parejitas que se quedan dentro del coche, eso no se puede evitar cuando oscurece". Con todo, no se lamenta de la falta de vida de sus calles, pues parece más un polígono industrial fantasma, con bajos comerciales que mantienen la pared enladrillada y carteles de 'se alquila'. "Me gusta mucho la tranquilidad".
Según explica García Lázaro, en las pedanías ha pasado algo similar. "Surgieron compradores a los que no les importaba trabajar en Jerez y vivir en urbanizaciones con todas las comodidades a algunos kilómetros del núcleo urbano". Esta semana, el Museo Arqueológico ha acogido dos jornadas de reflexión impulsadas por el Ayuntamiento sobre las medidas a tomar para reflotar el casco histórico. Lo que sobrevolaba entre todos los expertos y agentes sociales que acudieron a estas conferencias era una intensa amargura por haber perdido Jerez parte de su identidad al desaparecer el centro como punto de encuentro. "No sólo deja una huella que los jerezanos alejen sus residencias, sino también la multitud de centros comerciales de las afueras". Desde su punto de vista, "lo de cerrar las rondas de circunvalación con proyectos urbanísticos no era más que una excusa". Es decir, como una urbanización se colocaba 'más allá' del tránsito natural a pie, los distintos gobiernos municipales trataron de que los 'huecos' se fueran rellenando con otros proyectos de gran envergadura. Fustegueras lo ilustra de otra forma. "Ha sido un crecimiento como una mancha de aceite que se inició en los años previos a la democracia y que no se han modificado".
De esquina a esquina, la extensión de Jerez resulta impresionante. De la calle Rusia -junto a la laguna de Torrox- a la calle Ermita de La Oliva -en el entorno entre Caulina y San José Obrero, pasando la Granja- hay siete kilómetros de distancia. Entre la calle Costa Azahar -en la urbanización por detrás de Montealto y la N-IV- y la avenida Puertas del Sur hay seis kilómetros. Jerez cuenta con 212.000 habitantes, incluyendo pedanías. "El gasto en mantenimiento es insostenible, son muchos kilómetros de calles por barrer e iluminar. Hubo propuestas en su día de repensar ese crecimiento 'a lo ancho' y permitir que se construyesen más viviendas en vertical. Todo el mundo quiere un chalé, pero en esta medida ha sido excesivo. Lo peor es que a día de hoy no encuentro qué solución podrían darle", remata García Lázaro.
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