Galería del crimen

Y entonces papá me mató

  • En julio de 2002 Juan Carlos Alcántara asesinó a su hijo y su hijastra a tiros mientras dormían l No hay crimen que produzca más estupefacción que el filicidio, pero siempre ha existido

HAY un sitio en España donde siempre sopla el viento, la arena hace daño cuando te golpea en las piernas y el mar es muy azul, con olas muy grandes de espuma blanca. Es el lugar más bonito del mundo. Yaisa y Carlitos siempre estaban contando a sus amigos franceses ese paraíso desde donde se veía África, que era una sombra al fondo, y les hablaban de las calles estrechas y de su abuela, que les contaba una historia muy bonita. En ese lugar hay un castillo muy grande donde vivía un señor que se llamaba Alonso de Guzmán, relata Carlitos de corrido. Era el encargado de proteger la fortaleza de los africanos que venían de la sombra de más allá del mar, o, bueno, no sé de dónde venían. Ese señor tenía un hijo que fue capturado por los que querían entrar en la fortaleza y le dijeron que o entregaba el castillo o matarían a su hijo. ¿Y sabéis lo que hizo? ¿Qué hizo? Tiró él mismo el cuchillo y con ese cuchillo mataron a su hijo. Carlitos se alegraba de ver cómo sus amigos abrían muy grande la boca. ¿Y mataron a su hijo? Delante del caballero Guzmán, como lo oyes, que lo vio desde el torreón más alto. Y, desde entonces, llamaron al caballero Guzmán El Bueno. Estuve allí el último verano y mi abuela me lo contó, estuve en ese castillo y subí a la torre del caballero. Carlitos y Yaisa contaban esa historia en Gennevilliers, en los alrededores de la casa de la vecina donde les había dejado papá. Papá ahora estaba solo, ya no estaba con mamá. Y casi mejor porque no paraban de gritar y discutir. Mamá se había ido hace un mes y ahora se quedaban con la vecina cuando papá se iba a trabajar a la tienda esa inmensa de madera con el suelo alfombrado de virutas y con muchas estanterías con sierras, tablones metidos en plásticos y con los techos poblados de lámparas apagadas.

Papá no estaba bien, lloraba por las noches y los vecinos le decían que se olvidara de todo, que saliera un poco, que se fuera al cine. Papá era español, había nacido en Albacete y vivido en La Línea, pero llevaba mucho tiempo allí en Francia, desde que nació Carlitos. Yaisa tiene otro padre, pero hace mucho que no le ve. Mamá se fue a vivir con Juan Carlos, pero no fue una buena idea. No se querían y Juan Carlos tenía muy mal humor.

La última discusión, antes de que mamá se fuera, había sido la peor. Papá se había comprado una pistola, una Magnum como la de Clint Eastwood. ¿Qué vas a hacer con ella?, le gritaba mamá, ¿para qué la quieres? Mamá tenía mucho miedo y Yaisa sabía que había ido a la Policía, pero nadie pensaba en el vecindario que Juan Carlos fuera a hacer nada malo. Se llevaba bien con la gente del barrio. Pero las titas de Tarifa no pensaban igual. Había escuchado a escondidas en Tarifa alguna conversación de mamá con las tías y ellas le decían a mamá que papá era malo, que se tenía que volver a España y traerse a los niños. La abuela también lo decía: tú me traes a los niños y vosotros hacéis con vuestra vida lo que queráis, había dicho, pero con ese hombre no puedes seguir.

En México es popular el mito de La Llorona. La Llorona es un espectro de tez blanquecina en su transparencia, escuálido, que solloza al caer la noche por las calles antiguas del México colonial. Cuenta la leyenda que esta mujer indígena se enamoró perdidamente de un criollo, con el que tuvo tres hijos. Pero él la abandonó para casarse con una dama española y, al enterarse, enloqueció. En su profundo dolor, ahogó a sus tres hijos en el río. Al darse cuenta de lo que había hecho, se suicidó. Desde entonces, su espíritu pena y se le escucha murmurar entre sus sollozos "ay ay de mis hijos".

El filicidio no tiene nada de extraño históricamente. En nuestros días puede considerarse el más horripilante de los crímenes, pero lo cierto es que los padres siempre han matado a sus hijos. Lo han hecho por variados motivos, por piedad, por desvarío, por despecho... En las hambrunas de Ucrania de los años 30, en pleno genocidio estalinista, están perfetcamente documentados numerosos casos de padres que se comían a sus hijos.

Arnaldo Rascovsky fue un eminente psicoanalista, por supuesto argentino, que estudió en un libro el filicidio a través de los tiempos. Pese a que muchas de sus conclusiones se ceban en motivaciones sexuales paternofiliales ocultas que dejan a Freud como un timorato, algunas de sus reflexiones son válidas para el filicidio pasional. "La historia del filicidio empieza en hechos primitivos como la envidia, la envidia de un macho que no quiere perder su hembra". Lo dice la mitología. Urano, el poblador del mundo, entierra en las profundidades a sus hijos, provocando un intenso odio y repulsa en su mujer, Gea, que ve así atacados sus sentimientos maternales. Posteriormente, Cronos se vengará castrando a su padre, Urano. Como se sabe, Cronos, o Saturno, que es lo mismo, llevó más lejos las prácticas de su padre comiéndose a sus hijos según nacían.

En 1995 un hombre, Juan García Orozco, vecino de Ubrique, estranguló a su hija de tres años en presencia de su otro hijo, de once, para escarmiento de la madre, que lo había abandonado. Se observa en esa mirada torcida del hombre en las fotos de la época algo de la sed de venganza del desencajado Saturno de Goya. En el juicio el tribunal no supo esclarecer si ese hombre estaba loco o cuerdo. El definió su trastorno. Al matar a su hija de miradas inocentes estaba haciendo daño a su mujer. Ella pagaba.

Cuando papá llegó a casa de la vecina tenía la mirada perdida, apenas intercambió ninguna palabra con ellos. No lo haría en los dos días siguientes, sólo comunicándose en monosílabos. Yasia y Carlitos hablaban entre ellos. Ese Guzmán el Bueno había dejado que mataran a su hijo para defender la fortaleza y papá, estaba claro, quería defender alguna fotrtaleza, aunque no se sabría decir muy bien cuál a juicio del derumbe generalizado que se vivía en ese piso de Gennevilliers, a las afueras de París. Días atrás hubo otra bronca telefónica. Al otro lado es casi seguro que estaba mamá y él ha hablado de matar y matar, has abandonado el hogar y esto no va a quedar así.

A la siguiente noche papá manda a dormir rápido, mucho más pronto de lo habitual. Se le escucha caminar de un lado a otro en la habitación de al lado. Yasia y Carlitos susurran en la oscuridad que papá está más nervioso, pero la noche lleva al sueño. Papá coge la magnum de Clint Eastwood y entra sigilosamente en la habitación de los hermanos. No quiere despertarlos. Coge una almohada con cuidado y la coloca sobre la cara de Yasia, sin apretar. Dispara su Magnum. Rápidamente, quizá Carlitos se alertó, coloca la misma almohada en el rostro de su hijo. ¿Llora cuando presiona la almhada sobre la cara de su hijo de ocho años y vuelve a disparar?

La pistola en su barbilla. Bang. El estallido resuena en todo París.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios