Centro De Estudios Históricos Jerezanos

Afrancesados y juramentados (III), en Jerez no hubo afrancesamiento

TRAS conocer las razones con que tanto los profesores Miguel Artola y Luis Barbastro, como la doctora Carmen Muñoz, demuestran la escasa incidencia que el afrancesamiento tuvo tanto en la alta sociedad jerezana del momento como en la clase regidora de la ciudad, y puesto que nunca se dijo nada de la reacción del resto de los vecinos, sólo cabe añadir el comentario que hace el parlamentario inglés M. William Jacob sobre el pensamiento del jerezano de entonces, según detectó en su estancia en la ciudad en el último tercio de 1809.

Miembro del partido 'tory', y muy posiblemente, enviado como informador por el propio gobierno británico, Jacob hacía públicas sus impresiones de viaje por las provincias de Málaga, Cádiz, Sevilla y Huelva, recogidas en las obra 'Viaje por el Sur: cartas escritas entre 1808 y 1810', uno de cuyos párrafos recoge Manuel Moreno Alonso en la suya 'El Nacimiento de una Nación', publicada en el pasado 2010, en el que dice el viajante inglés:

"Los habitantes de Jerez -unos cuarenta mil - se enorgullecían de su patriotismo y su entusiasmo con la causa de su país, y expresaban su desprecio por los franceses en cualquier ocasión".

Comentados los argumentos que sobre el prácticamente inexistente afrancesamiento entre las diversas clases de la ciudad, volvamos sobre el carácter político de los capitulares locales que están en el gobierno de la ciudad en 1808.

Cuando muchas de las ciudades España, aceptan las órdenes que desde Madrid imparten miembros de la Junta encargada del gobierno por Fernando a su marcha a Bayona Jerez, ya los gobernantes de nuestra ciudad daban la primera muestra de su negativa a acatar las órdenes que en su nombre dicta la Junta que lo representa, dirigida por orden del Emperador por Murat.

Recibida la circular que firma en Madrid el 19 de mayo el ministro de Gracia y Justicia, Sebastián Piñuela, por la cual se convoca diversas ciudades para designen sus delegados que representen a la nación en una Asamblea que se ha de celebrar en dicha ciudad, en la que se pedirá a los convocados que, en nombre de toda la nación reconozcan a José como rey de España y le juren fidelidad en nombre de todos, el acuerdo capitular, por su original forma de decir que no se irá a tal asamblea, merece ser transcrito:

"Acuerda qe haviendo premeditado con la mayor atención la falta de fondos Públicos de donde se ha de señalar las dietas correspondientes ala persona que se nombre, esta entendido que no ay otro recurso qe el de tratar en en venta la porsion de fanegas de trigo que sea suficiente a el efecto delas correspondientes a la Obra Pia del Posito y de aquellas que se recolectasen enla presente Cosecha, nombrar a los SSres. D. Pedro de la Serna, veinticuatro y D. Agustín Rivero, jurado (…)".

Si el acuerdo en sí mismo denota el propósito de los capitulares de no enviar ningún representante para que unión de los de las restantes ciudades designadas ratifiquen al soberano que quiere imponernos el Emperador, la reacción del resto de vecinos no dejar de ser otra muestra de la posición de la ciudad ante los planes de Napoleón.

Muy seguro estaban los regidores locales de la forma de pensar del resto de la ciudad, pues los comisionados tenían como especial misión encontrar a las personas que quisiesen adelantar el dinero que se precisaba.

Pocos días más adelante, los comisionados De la Serna y Rivero, debían informar a la cámara, como así figura en el Libro de Actas Capitulares, que no habían encontrado quien quisiese adelantar la cantidad que correspondía abonar al regidor que fuese designado, lo que nunca se efectuó pues, pasados unos días, a instancias de la Junta Suprema de España e Indias establecida en Sevilla, Jerez se unía al levantamiento que en todas las provincias de España se está produciendo contra las fuerzas imperiales.

Ni su gobierno municipal, ni sus habitantes aceptaron entonces, ni a lo largo de los seis años en que los ejércitos del Emperador lucharon estérilmente por mantener en el trono a un rey, del que pese a sus virtudes, que indudablemente tenía, nunca fue reconocido por un pueblo que (aun habiendo sido abandonado por sus gobernantes) nunca abjuró de la fidelidad a su monarca.

Con una aportación popular de unos siete mil combatientes que se incorporaron a los distintos ejércitos organizados por la Junta, fue también ejemplar la contribución de los jóvenes aristócratas jerezanos que, titulados o no, hicieron la campaña en las diversas unidades en las que prestaban sus servicios.

Caso especial es el de los pertenecientes a la Real Armada que, al igual de todos sus compañeros, a falta de buques como consecuencia de la reciente derrota de Trafalgar, y teniendo como aliada a la poderosa flota británica, solicitaron su pase a las batallones de Infantería de Marina o en su defecto a alguno de los regimientos que se organizan a base de los voluntarios que se alistan por toda España.

Los brigadieres de Infantería Pedro Adorno, Joaquín y José Joaquín Virués Spínola, el coronel de Artillería, Ramón Bernard, gravemente herido en el segundo sitio de Zaragoza, el capitán de la misma Arma, Miguel Antonio Panés, hijo del marqués de Villapanés, muerto en la acción de Tembleque, el brigadier de Infantería Diego Manuel Orbaneja y Salas y el coronel jefe del regimiento Provincial de Milicias Xerez, Lorenzo Fernández Villavicencio, III duque de San Lorenzo, son algunos de los nombres que jamás aceptaron el ofrecimiento de su pase al ejército imperial, al que opusieron toda la resistencia.

El alférez de fragata Rafael Arístegui y Vélez, conde de Mirasol, el capitán de la misma clase José Pérez de Grandallana y su hermano Francisco Simón que como oficial de Caballería formó en el Regimiento de Voluntarios de Madrid, el también capitán de fragata Álvaro de la Serna, y su hermano José, coronel de Artillería, II y III conde de los Andes respectivamente, el capitán de navío José Adorno, hijo como Pedro del conde de Montegil, el brigadier Francisco Riquelme, muerto al frente de su división protegiendo la retirada del ejército, tras la derrota sufrida en Espinosa de los Monteros, y el teniente de navío Juan de Torres y Araujo, marqués de Angulo, fueron algunos de aquellos jerezanos que una vez más entregaron sus vidas generosamente al cumplimiento de su deber, en defensa de los intereses de su patria.

Pese a que, como afirma Carmen Muñoz, alguno de los cargos municipales fuese ocupado por alguna de aquellas excepciones difíciles de demostrar, y aparte de algún otro caso casi plenamente demostrado, en Jerez no hubo afrancesamiento en ninguno de los estamentos de su población, incluida, como parece que ha quedado demostrado, su alta sociedad.

Felipe Alonso del puerto

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