Alivio
Lectores sin remedio por Ramón Clavijo y José López Romero
Y da lo mismo en el lugar que sea porque los libros nos hacen más nobles, mejores, más sabios y nos reconfortan
HOY, para pasar esos cinco minutos matinales en el cuarto de baño, ha elegido George al viejo escritor inglés Ruskin. “George percibe un movimiento intestinal agradablemente acuciante y sube con vivacidad hacia el baño, libro en mano”, nos refiere el narrador de Un hombre soltero, novela de Christopher Isherwood, de la que en el 2009 hizo el director Tom Ford una versión cinematográfica con Colin Firth en el papel de George, el maduro profesor universitario. Pero antes de elegir a Ruskin como compañero de alivios y desahogos, el propio narrador nos aclara que “los libros no han hecho a George más noble, mejor ni más sabio. Es solo que le gusta escuchar sus voces, unas u otras, según su estado de ánimo. Se aprovecha de ellos de manera impía… para inducir al sueño, para ahuyentar de su mente las agujas del reloj, para aliviar la roedura de su espasmo pilórico, para superar con sus chismes la melancolía, para liberar los reflejos condicionados de su colon”. Pero también deja claro que “en público habla de ellos con el mayor respeto”, no en vano es profesor de Literatura y una cosa es su vida privada y otra, muy distinta, su imagen pública. Sí, por un lado, dudo mucho, es más, estoy en total desacuerdo con que a George no le hayan hecho los libros que ha leído más noble, mejor y más sabio, incluso si ello no fuera su intención al leerlos, porque la lectura sin quererlo, sin premeditación ni alevosía nos hace sin duda mejores en todos los aspectos; por otro lado, ¿qué lector no ha utilizado algún libro como fiel acompañante de los momentos más personales e intransferibles? Incluso creo recordar la publicación de una colección de libros con ese determinado fin; y hasta se podían comprar con estuche para varios ejemplares, o aquella otra literatura de “usar y tirar” que tantas coincidencias en todos los aspectos tiene con el papel higiénico. Por no hablar de la inveterada costumbre de la lectura del periódico, hoy más que nunca aconsejable por la descomposición de vientre que nos pueden producir las noticias. Lo que nos muestra George con sus hábitos lectores no es más que la multifuncionalidad de los libros y la variedad de éstos para elegir el más adecuado dependiendo de los momentos y hasta de los estados de ánimo. Libros para inducir al sueño, como se aconsejaba en la Edad Media a los nobles para que tuviesen cerca algún lector en aquellos ratos de insomnio, y en los refectorios de los monasterios como instrucción y lección moral, como se recoge en las Reglas de San Benito: lectura en voz alta y con la entonación que requiere el texto para llegar con más facilidad al oyente. No seré yo quien dé consejos de cómo ni dónde leer, porque cualquier momento y ocasión son buenos con tal de que la gente lea. Y da lo mismo que sea en la mesa, que en una biblioteca, que en el váter si con ello además de convertirnos en más nobles, mejores y más sabios, nos alivia y reconforta.
José López Romero
Libros recomendados:
Doña Toda de Larrea o la madre de la excelenta
Fco. Navarro Villoslada. Castalia, 1998.
Francisco Navarro Villoslada fue uno de nuestros grandes escritores de novela histórica que tanto éxito tuvieron a lo largo del siglo XIX. Doña Blanca de Navarra y Amaya o los vascos en el siglo VIII son sus títulos quizá más conocidos. En Doña Toda de Larrea nos narra un episodio que tiene entre sus personajes destacados a la reina Isabel la Católica, tan de actualidad por la serie televisiva. En 1483 la reina se dispone a ir a Bilbao para jurar sus Fueros, pero en la capital vizcaína se va a encontrar con doña Toda, antigua amante de su esposo Fernando, de cuya relación nació una hija, María, llamada por su noble sangre ‘la excelenta’, y a quien su madre ha educado como una princesa. Con el fin de evitar el desagradable encuentro, la reina activará un plan que va más allá de la anécdota y va a decidir las vidas de los personajes. J.L.R.
La ciudad de las palabras
Alberto Manguel. RBA, 2010.
De Alberto Manguel, polifacético escritor de origen argentino, disfrutamos su Una historia de la lectura, seguimos disfrutando con Diario de lecturas, y finalmente nos convirtió en rendidos lectores de su obra La biblioteca de noche. Por eso, en cuanto vimos en nuestra librería de guardia La ciudad de las palabras no pudimos resistirnos a la atracción de Manguel. Un escritor que destila inteligencia, conocimiento y, sobre todo, amor a los libros como lector sin remedio que es. Es este libro un compendio de diferentes ensayos que tienen en común la relación que el hombre ha establecido a lo largo de las distintas civilizaciones con la lengua convertida en vehículo de cultura y literatura. De Oriente a Occidente, desde la Biblia hasta el siglo XX, pasando por los griegos, romanos y El Quijote, Manguel nos demuestra su saber deleitando. J.L.R.
Intemperie
Jesús Carrasco. Seix Barrall, 2012.
Leí a algún crítico, no recuerdo quién, comparar este relato de Jesús Carrasco con el estilo y la crudeza de Corman McCarthy, algo que me pareció excesivo y fuera de lugar, pero simplemente este comentario sobre uno de mis escritores de referencia hicieron que quedara atento a la edición en castellano de esta novela. De ella ya habíamos tenido noticias de su versión inglesa, pese a que el sello y el autor son inequívocamente españoles, en la Feria de Fránkfort, donde fue uno de los éxitos del que ya dimos cuenta en esta página hace algunos meses. Ahora, una vez he terminado de leer esta historia, donde los protagonistas son un niño que huye, una cabrero y un alguacil, debo decir que salgo fascinado con su lectura. Un relato de gran dureza, pero a la vez lleno de poesía y donde la comparación con el universo del admirado McCarthy está más que justificada. R.C.P.
Peaje
Julio de la Rosa, Tropos Editores, 2013.
Está claro que ha sido esta una semana de sorpresas, y además agradables como lector, pues tras la novela más arriba comentada del para mí desconocido Jesús Carrasco, me topé con Peaje. Otra vez estaba de suerte. De Julio de la Rosa tenía noticias de su bagaje musical, pero ninguna del literario pese a tener algún libro de relatos en el mercado. La trama es simple, un cobrador de una cabina de peaje de una autopista, ve pasar el mundo desde ese claustrofóbico lugar. Los conductores pasan ante él ignorantes que desde la cabina se les escruta y tejen historias de las que son meras marionetas. Y ese juego con el que el protagonista sobrelleva el paso del tiempo, sus miedos y deseos más íntimos, se entrecruza con la realidad representada por Sonia, su supervisora. Una narración que demuestra que la sencillez argumental puede derivar en la mejor literatura. R.C.P.
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