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Cultura

Consumar, consumir

Hay una poética de la ciudad vinculada estrechamente a la cultura. La hay en Marsé, la hay en Montalbán (la hay en muchos otros, como es obvio), y la hay en este Marcos Ordóñez de Juegos reunidos. Sin embargo, esta poética no es aquella que se deriva de la modernidad tardorromántica; es decir, la ciudad como objeto literario, como personaje vivo, que va de Baudelaire y Poe -de Toulouse-Lautrec y Edgar Degas-, a Franz Hessel y León-Paul Fargue. La imbricación a la que nos referimos es de otra naturaleza, acaso más refinada y en cualquier caso más tardía. Se trata, en definitiva, de la ciudad urgente, cálida, menesterosa, de los 60/70, donde la juventud creció no sólo junto a la cultura libresca, de mayor acceso, sino en la proximidad del cine, de la música, de la televisión, del urticante escalofrío de la publicidad y la moda.

En ese sentido, podríamos decir que Juegos reunidos es un juego -fragmentario, leve, especular- de carácter melancólico. No obstante, dicha melancolía parte de un hecho objetivo. Es durante esas décadas (de los 60 a los 80 del siglo pasado) cuando los españoles salen de una supervivencia letárgica y abominable para inmergirse en el bronco, en el púdico e indiscernible fluir de la vida. Quienes vivieran esa época tal vez recuerden la fascinación de los bares y su modesto lujo. Quienes hayan vivido aquellos años recordarán aún el estupor, la efervescencia (una efervescencia vital y en cierto modo abstracta, desinteresada, pura), ante un vaso de cerveza o una botella de refresco. De aquella España en construcción, de aquella España menestral, hecha de solares, quioscos y ultramarinos -una España todavía atezada, membruda, muy vinculada al agro- ha salido este país más próspero y alimentado, quizá irreconocible, que ahora habitamos.

Sin embargo fue la calle, la ciudad como consumición/consumación, la ciudad como manzana devorada, lo que estrenaron aquellas generaciones. Unas generaciones que supieron de la escasez anterior y que asomaron al mundo, a su esplendor, a su incitación innumerable, con la alegría sobrecogida de los bárbaros. De eso, de Atila marchando hacia Roma, nos hablan estos relatos.

juegos reunidos

Marcos Ordóñez. Libros del Asteroide. Barcelona, 2016. 320 páginas. 18,95 euros

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