Cultura

Lección de expresionismo figurativo

Juan Carmona Vargas es uno de los pintores jerezanos que despertó bastante expectación hace unos, pertenecía al grupo de artistas de la ciudad que había que tener en cuenta; estaba presente en las programaciones de mayor importancia que, por entonces, se presentaban en Jerez; Carmen de la Calle lo incluyó en su importante muestra inaugural de su Galería, compartiendo catálogo con Cristián Domecq, José María Báez, Juan Ángel González de la Calle, Pepe Reguera, Magdalena Murciano y Jesús Benítez. Poco después, Juan Carmona, llevado por asuntos profesionales en otros lugares, desapareció de la escena artística jerezana, siguiendo su actividad en otras latitudes. Ahora, la ciudad lo recupera para una exposición en la sala Pescadería. Nos alegramos por él y por nosotros, señal de que la que debe ser referencia expositiva institucional de la ciudad ha entrado, al menos, en la dinámica que no debió perder nunca. Está abierta, luego existe. Durante mucho tiempo no ha existido.

La pintura de Juan Carmona Vargas parte de una obra con clara filiación figurativa y que va adquiriendo nuevas posiciones de mayor expresividad para afrontar nuevos espacios ilustrativos. No hay nada más que situarse en las obras expuestas se ve, claramente, como la figuración se extremiza, la realidad pierde intensidad, se potencia el valor expresivo de cada pincelada y los contornos de la concreción quedan minimizados ante el valor supremo de la forma plástica. Es una lección absoluta de expresionismo figurativo. Sin embargo, quiero matizar tan aplastante realidad estética. En la pintura de Carmona Vargas la contundencia formal se ve aumentada por la tintas terrosas, por el poco apego a los colores luminosos, asuntos estos que abren muchas perspectivas para poder situarnos en un desarrollo cercano a lo fauvista, allí donde no existen matizaciones que valgan, donde la materialidad del color se presenta con la máxima pureza, sin diluir los elementos formales, buscando la intensidad de la expresión. Estamos, pues, ante una pintura poderosa, extrema, con el paisaje ofertando máximos, con el elemento plástico buscando posicionar la realidad representada en otra dimensión superior y con las mayores y mejores argumentaciones.

Hay que decir que la muestra de Juan Carmona Vargas presenta una buena pintura; una pintura muy bien confeccionada y que nos deja entrever el buen oficio de su artista y su sapiencia creativa. No hay que poner absolutamente ninguna objeción a una pintura contundente y con los máximos valores plásticos.

Sin embargo, en otro estamento que para nada tiene que ver con la obra ni con el autor del que estamos tratando, tengo que objetar que, de nuevo, los criterios que han animado, desde su creación como sala de exposiciones, la filosofía de la Sala Pescadería Vieja han sido transgredidos. La pintura de Juan Carmona Vargas no tiene la culpa.

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