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Lectores sin remedio

Paisajes con historias

Paisajes con historias

Paisajes con historias

Escribía el escritor jerezano Francisco Bejarano, en su recomendable libro ‘Manual del lector y escritor modernos’, que “hay libros para leer, pero son los menos… tanto es así que el año que disfrutamos de verdad con la lectura de cuatro o cinco puede considerarse como excepcional”. Sobre este asunto hay una anécdota que protagonizó Umberto Eco. Un periodista le preguntó si todos los libros que tenía en su biblioteca los había leído, a lo que él respondió que “por supuesto que no".

Cualquier lector preparado sabe que hay libros para leer, y otros que se tienen por diversas circunstancias. Pues bien este libro de los hermanos José y Agustín García Lázaro, ‘Paisajes con historias en torno a Jerez (2)’, tiene esas cualidades que lo convierten en uno de esos escasos libros de imprescindible lectura que surgen cada año, y a los que nos referíamos antes. Una de ellas es la manera en que el texto nos atrapa y nos impulsa a seguir leyendo. En este sentido la barrera que muchas veces los lectores encontramos en demasiados libros, con un lenguaje excesivamente complejo y que los malogran, no lo encontraremos aquí. Cuando siendo un joven universitario inicié la lectura del libro ‘El hombre prehistórico’ de Robert J. Braidwood, aquel que temí fuera un tratado de difícil comprensión, me resultó la más placentera de las lecturas pese a la complejidad del tema que trataba. La explicación estaba en la claridad no exenta de belleza del texto. En ‘Paisajes con historias’ también encontraremos esta gran virtud de las que les hablo, y que hacen de él un libro para disfrutar leyendo.

Pero hay otro motivo por el que acercarse a sus páginas: la de poner su foco de atención en esa parte de Jerez, la de su entorno, que precisamente ha estado fuera de foco, valga la redundancia, durante demasiado tiempo en nuestra historiografía. Poco sabemos aún de ese entorno y de los acontecimientos y empresas que en él se han llevado a cabo a lo largo de los siglos, y menos aún de esa huella en el medio, en el paisaje, que ha ido dejando dicha actividad humana. Los autores ponen remedio a esto con un libro de imprescindible lectura, de esos escasos, insisto, que surgen al cabo del año y continuación de aquel que también editara ‘Remedios, 9’ en 2020, surgido como este de ese bloc ya de culto, “En torno a Jerez”, creado también por los hermanos García Lázaro. Y llegado a este punto solo nos queda animaros a seguir el consejo de la periodista Anne Fadiman cuando recomienda la lectura “in situ”, es decir leer determinados libros, y este es sin duda uno de ellos, en los lugares que describen. 

Signos

“¿Qué diferencia notas, father?”. Habíamos coincidido mi hija y yo en la librería de cabecera y la preguntita hizo que girara a mi alrededor y al poco me di cuenta de que ¡toda una estantería estaba vacía! Solo colgaba el nombre de la sección “Astrología”. Ante la curiosidad, más que la sorpresa, el librero se adelantó a la pregunta: “Sí. Hemos tenido que retirar todos los libros y especialmente los relativos al zodíaco por obsoletos. Ha aparecido un nuevo signo y ya esos libros están anticuados”. No daba crédito. Pero mi hija, siempre ella, me guardaba (esta vez sí) la gran sorpresa. “Father, ¿y a que no sabes cómo se llama ese nuevo signo y qué fechas del calendario ocupa? Cáete: se llama “ofiuco” y lo más grande: ¡tú perteneces a ese signo!” Uno, aunque nunca ha sido llamado por las divinidades astrales por los caminos de la fe horoscopaliana, tiene su corazoncito y sus años a la espalda para que ahora le digan que en vez de sagitario eres un ofiuco indeterminado. La verdad es que, a pesar de mantener la compostura, no me hizo la menor gracia la novedad. ¿Eso quería decir que durante toda mi vida había tenido una personalidad que no me correspondía? ¿Que respondía a unos rasgos emocionales, intelectuales e incluso a una eventual fortuna que no eran los míos? ¿Sería ahora compatible con mi mujer? ¿podría haberme tocado el euromillón si hubiera sabido antes que era ofiuco? Demasiadas preguntas se me agolpaban en la cabeza, demasiadas inquietudes. Tenía la sensación de haber vivido una vida impostada, un engaño, una vida que no me correspondía. Y lo que es más grave ¿cómo es un ofiuco? ¡Al menos para intentar dar el perfil y hasta la cara! Y llevar mi nueva identidad con la dignidad requerida y con orgullo para que puedan decirme “¡Pero qué ofiuco estás hecho!”. José López Romero

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