El Reina Sofía descubre el arte del polaco Andrzej Wróblewski
El museo recoge 150 obras en una muestra que revela los perfiles de un creador singular
Como ocurre con otros artistas centroeuropeos de la posguerra, el polaco Andrzej Wróblewski es un mito en su país y un desconocido fuera de sus fronteras. A él dedica el Museo Reina Sofía una gran retrospectiva en el Palacio de Velázquez del Parque del Retiro.
Inquietante bajo una apariencia amable, la obra que Wróblewski (1927-1957) realizó durante los diez años que duró su trayectoria artística, que se vio truncada con su prematura muerte, se caracteriza por la dualidad artística, política y social.
Una dualidad artística que se manifiesta en las 150 obras exhibidas en la exposición y que abarcan dos fases de su trabajo: la de sus inicios, en los que trataba de establecer su propio lenguaje (1948-1949), y la iniciada en un momento en que, desencantado con la política del socialismo real, intentó redefinir su pintura tanto formal como temáticamente.
"Se trata de un artista incómodo que no se adaptó a ningún canon", combinando obras abstractas con otras figurativas "e introduciendo elementos abstractos en la figuración y figurativos en la abstracción", apuntó Manuel Borja-Villel, director del Reina Sofía, que ha organizado la muestra en colaboración con el Museo de Arte Moderno de Varsovia y el apoyo del Instituto Polaco de Cultura de Madrid.
El artista fue incómodo para el Partido Comunista Polaco, en el que nunca consiguió integrarse ya que consideraban que no se ajustaba a la línea oficial, y fue denostado por los partidarios de la pintura abstracta, por lo que Wróblewski "no encontró acomodo en su tiempo, lo que acaso, paradójicamente, hace que lo encuentre en el nuestro".
Motor fundamental de su obra son las pinturas a doble cara, representadas en la exposición por 36 piezas. "En un principio pudo hacerlas por razones económicas pero luego las utilizó para mostrar esa dualidad entre la figuración y la abstracción. Una tensión y un antagonismo que reflejan dos caras de la misma moneda y cuya solución es crear una fractura en ambos cánones".
Los abstractos no le aceptaron por tener demasiadas referencias al mundo real y al revés. Su obra "puede recordar al realismo socialista pero sus figuras no tienen el optimismo que se pedía en el dogma del partido".
Ejemplo de ello son obras como Estación de tren 45. Estación de tren en los Territorios Recuperados o Sala de espera I. La cola continúa, en las que el sentido del tiempo está presente en la atmósfera en que se encuentran unos personajes estáticos, que esperan.
Wróblewski "visualizó las contradicciones con las que él mismo se encontraba", según Éric de Chassey, comisario de la muestra junto con Marta Dziewanska. Así, el espectador puede ver esos dos lados: "Por una parte quería cambiar el mundo pero por otra deseaba mostrar la realidad en todo su horror".
Manifestó una visión excepcionalmente sugerente de la guerra, la posguerra y la degradación humana, basada en su profundo compromiso político. Reflejó los traumas y las secuelas de la Segunda Guerra Mundial, pero también los sueños de un mundo nuevo y mejor.
"Quería reimaginar la esperanza de los artista pero a la vez realizaba obras como Pintura sobre los horrores de la guerra, en la que aparecen unos peces con las cabezas cortadas en representación de duelo por una guerra que acababa de destruir el mundo entero", señaló Dziewanska.
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