Cultura

La custodia del tesoro

  • La familia del historiador Antonio Domínguez Ortiz dona a la Universidad de Cádiz el valioso fondo bibliográfico y documental del que fue premio Príncipe de Asturias

La mesa del despacho de Domínguez Ortiz en su sala de Cádiz, que se mantiene tal y como la tuvo el historiador sevillano en su casa de Granada; al fondo, las estanterías con los documentos.

La mesa del despacho de Domínguez Ortiz en su sala de Cádiz, que se mantiene tal y como la tuvo el historiador sevillano en su casa de Granada; al fondo, las estanterías con los documentos. / lourdes de vicente

La Universidad de Cádiz (UCA) cuenta desde hace unos días con un tesoro más, y no es un tesoro cualquiera. Se trata del fondo bibliográfico y documental del historiador Antonio Domínguez Ortiz (Sevilla, 1909-Granada, 2003), una verdadera referencia en el mundo de la investigación histórica del Antiguo Régimen en España, en su faceta más social, que ahora da nombre a una sala del edificio Andrés Segovia que puede convertirse en fundamental para la investigación de ese periodo. Presidida por el valioso mobiliario original del despacho de Domínguez Ortiz, con dos grandes fotos del historiador en su juventud y su senectud, la sala guarda la aún más valiosa documentación que sus hijos han donado a la Universidad gaditana para su custodia, catalogación y, por supuesto, puesta a disposición de los investigadores.

Además de la recreación del despacho, que se presenta tal y como lo dejó Domínguez Ortiz, hay un conjunto de libros de su biblioteca particular, algunos de ellos de enorme valor histórico como un pequeño volumen de 1629, y 115 cajas en las que se guardan las múltiples anotaciones que el historiador fue realizando de las investigaciones que realizaba y de los documentos históricos que iba consultando: objetos personales, reseñas bibliográficas, textos, discursos, esbozos de artículos y de prólogos de distintos libros integran este corpus manuscrito que amasó durante su vida profesional Antonio Domínguez Ortiz, y que demuestra su metódico y ordenado sistema de trabajo, la pulcritud de sus escritos y su certera contribución a la historia más social de la España de los siglos XVI, XVII -siglo en el que más se especializó- y XVIII.

La tesis que el profesor gaditano Fernando Pérez López prepara sobre el historiador Domínguez Ortiz fue el punto de partida de esta donación. Una tesis que, bajo la dirección del catedrático Manuel Bustos y dentro del departamento de Historia Moderna que dirige Arturo Morgado, llevó a Fernando Pérez a Granada, a la casa de Domínguez Ortiz. Allí contactó con sus hijos, los herederos del legado, y comprobó que su valioso fondo bibliográfico merecía un tratamiento universitario y el libre acceso de los investigadores.

Surgió entonces la idea de que la Universidad de Cádiz pudiera de alguna manera hacerse cargo de aquel legado. Hasta cuatro visitas a Granada realizaron después Ricardo Chamorro, director del área de Biblioteca, Archivo y Publicaciones de la UCA, y Ana Remón, coordinadora de la sección de la Colección y Patrimonio Bibliográfico. Y la idea fue cuajando gracias a la buena disposición de los herederos del historiador y al firme compromiso de la universidad gaditana de custodiar y dar a conocer aquel archivo, una voluntad corroborada por la vicerrectora de Extensión Cultural, Teresa García, con el visto bueno al proyecto del equipo rectoral que dirige Eduardo González Mazo. Y en este mismo mes de junio se firmó el convenio de donación del fondo bibliográfico y documental de Domínguez Ortiz. Sus tres hijos se desplazaron hasta Cádiz para conocer de primera mano la "ubicación especial", en palabras de Chamorro, que la Universidad había preparado para albergar la colección y que recibe el nombre de Sala Antonio Domínguez Ortiz.

A modo de aperitivo, al principio del pasillo que lleva a la sala, se ha colocado una pequeña vitrina con algunos objetos personales del historiador: fotos, libros, alguna pluma y varias cuartillas manuscritas que ya dan una idea de lo pulcro y ordenado que fueron sus trabajos. También hay una carta fechada en Cádiz en 1940 y que Antonio Domínguez envió a su padre. Junto a la vitrina, una reproducción a gran formato de un retrato realizado en 1983 por el ilustrador Antonio Agudo para la serie 'Andaluces universales'.

Y al fondo del pasillo se encuentra la sala, una estancia rectangular con dos zonas: la clásica con la recreación de su despacho, al que sólo falta el gran ventanal que estaba tras su mesa de trabajo, y la moderna con las estanterías que albergan las cajas de los documentos y una amplia mesa para el trabajo de los investigadores.

El despacho, trasladado a Cádiz desde Granada, es obra del padre del historiador: Salvador Domínguez, carpintero ebanista y tallista de reconocido prestigio en el ámbito cofrade sevillano donde cuenta con numerosas intervenciones en el tallado de pasos y otros elementos de los templos hispalenses. Una mesa de trabajo, varias sillas, dos estanterías y un impresionante bargueño integran un conjunto que ha sido restaurado con mimo y sumo éxito en el chiclanero taller de los hermanos Jurado.

Aunque el grueso de su biblioteca personal, alrededor de 7.000 volúmenes, se encuentra en la Universidad de Granada, en la sala gaditana de la UCA hay algunos de los ejemplares de su colección. Entre ellos, libros fechados en 1776, 1789, 1892 y, el más antiguo de todos, un libro en miniatura impreso en 1629 bajo el título Hispania, una joya en toda regla.

Pero el grueso del legado lo componen las 115 cajas con su fondo bibliográfico: miles de cuartillas escritas en su mayoría a mano y agrupadas por grandes áreas temáticas donde aparecen las anotaciones que Domínguez Ortiz hizo de los documentos que consultaba en archivos y bibliotecas para realizar sus estudios y configurar su análisis de la historia social del Antiguo Régimen español.

Fernando Pérez López afirma que en estas cuartillas se encuentra el verdadero valor del legado. En lo que abunda Chamorro: "Sus libros están publicados, son conocidos, pero aquí están las anotaciones de sus investigaciones, su análisis, su forma de pensar".

Un método de trabajo muy ordenado que Pérez califica de empírico y que empezaba con la búsqueda de documentos que eran cotejados para después establecer hipótesis y conclusiones. Destaca este profesor gaditano que Domínguez Ortiz se caracterizó por la regionalización metodológica de la historia, lo que le permitió seccionar los estamentos sociales y acercarse a su objetivo de describir la historia desde un punto de vista social.

Su nombre, desde ahora ligado para siempre al de la Universidad de Cádiz que por cierto ya le reconoció como Doctor Honoris Causa en 1985, es un auténtico referente de la investigación histórica española entre 1940 y 1970. Centrado en los siglos del Antiguo Régimen y volcado en analizar y contar la historia social de aquellos años que transcurrieron entre el adiós a la Edad Media y la bienvenida a la Ilustración y sus contemporáneas luces, Domínguez Ortiz se labró con sus investigaciones y publicaciones una trascendencia capital que, sin embargo, no le fue reconocida por la universidad española de posguerra a la que, por tres ocasiones, intentó acceder sin éxito como catedrático.

Hombre de convicciones religiosas como su padre, Antonio Domínguez Ortiz no fue sin embargo un admirador del régimen franquista, sino que, al contrario, mantuvo una prudente distancia con la dictadura que posiblemente le impidió ese acceso a una cátedra universitaria, aunque sí fue catedrático de instituto -llegó a estar destinado en Cádiz, en el Columela y el Rosario, recién acabada la Guerra Civil-. Incluso el primer libro que escribió, que por cierto redactó en su etapa gaditana, nunca pudo ser publicado porque se lo impidió la censura. Su 'peligroso'título, Veinte años de política mundial (1919-1939), y sobre todo su contenido no gustó nada a los censores.

Pero que la Universidad franquista le cerrara sus puertas no impidió que su trabajo se convirtiera en referente y que su obra tuviera una gran trascendencia incluso fuera de España. Curiosamente, la Universidad reparó aquella injusta deuda con títulos como el citado Honoris Causa por Cádiz o el mismo reconocimiento en la Complutense de Madrid, Granada y Burdeos. Fue miembro de la Real Academia de la Historia desde 1974, ya en los estertores de la dictadura franquista, y recibió el espaldarazo definitivo a su persona y su obra con el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 1982.

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