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Ozon no puede con Camus

El extranjero | Crítica

Benjamin Voisin y Rebecca Marder, en la adaptación de ‘El extranjero’ que ha rodado François Ozon.

La ficha

** 'El extranjero'. Drama, Francia, 2025, 122 min. Dirección: François Ozon. Guion: François Ozon, basada en la novela de Albert Camus. Música: Fatima Al Qadiri. Fotografía: Manuel Dacosse. Intérpretes: Benjamin Voisin, Rebecca Marder, Pierre Lottin, Denis Lavant.

François Ozon es un buen director que ha logrado la filigrana de rodar muchísimas películas de géneros muy distintos manteniendo una fidelidad temática y estilística que lo sitúan en un difícil equilibrio entre lo considerado cine de género y cine de autor, quizás inclinándose el grueso de su tan interesante como desigual filmografía más por lo segundo que por lo primero.   

Acierta más dentro de su irregularidad cuando está en su mundo, trabajando sobre guiones propios. Y se suele equivocar cuando adapta mundos de otros, como le sucedió –con las excepciones de sus buenas adaptaciones de Juan Mayorga en En la casa, de un Maurice Rostand pasado por Lubitsch (Remordimiento, 1932) en Frantz o del dúo teatral Berr y Verneui en Mi crimen– al basarse en relatos u obras teatrales de Elizabeth Taylor (Ángel), Rose Tremain (Ricky), Joyce Carol Oates (El amante doble), Aldan Chambers (Verano del 85), Emmanuele Bernheim (Todo ha ido bien) o Fassbinder  (Peter von Kant).

Lo mismo le sucede con esta adaptación de Camus, quizás con más gravedad por tratarse de una de las obras decisivas y más leídas (la más vendida por Gallimard tras El principito) del siglo XX. Que, dada su atmósfera y el carácter interior de la acción, difícilmente puede convertirse en un relato cinematográfico lineal. Visconti lo intentó en 1967 y fracasó. Y esta versión de Ozon es inferior.

Como nuestro Unamuno, con quien comparte un estar entre la filosofía y la literatura, Camus escribe novelas como ensayos dramatizados o más bien parábolas de sus ideas. La adaptación en fidelidad a la trama es una forma de traicionarla. Quizás un Albert Serra –visto sobre todo su Pacifiction, pero también sus aproximaciones a la angustia y la muerte en Historia de mi muerte, La muerte de Luis XIV e incluso Tardes de soledad– hubiera podido convertir en imágenes el calor, el abandono, el sinsentido, el no ser y la angustia de la obra maestra de Camus. Ozon no es capaz. Camus le supera.

La película resulta más próxima a Patricia Highsmith que a Camus. Mersault no es Ripley

El exagerado esteticismo, empezando por la fotografía en blanco y negro de Manuel Dacosse, siguiendo por la sensualidad y por los intentos de profundización/explicación de la última parte, convierten la película en algo más próximo a Patricia Highsmith que a Camus. Mersault no es Ripley ni Charles Anthony Bruno. Tampoco aportan nada los apuntes de relectura poscolonial que muy poco habrían gustado al Camus que tan caro, con tanta soledad y tantos ataques encabezados por Sartre, pagó su postura sobre la guerra de Argelia, condenando las atrocidades de los torturadores franceses, pero también el terrorismo del FLN.

No es en este aggiornamento político donde la película encuentra sus mayores tropiezos, sino en su incapacidad para, como he dicho, convertir las atmósferas y el abandonado no ser de Mersault, el protagonista, en imágenes expresivas y no narrativas.

La interpretación de Benjamin Voisin, siendo correcta, tampoco da el tono que el protagonista exige. Lo mismo sucedió con Mastroianni en la película de Visconti. Si me permiten una fantasía, quizás solo el tan prematuramente fallecido Gérard Philippe, no solo por haber estrenado el Calígula de Camus, sino sobre todo por su Modigliani de Montparnasse 19 de Becker, hubiera podido encarnar, con su dolida belleza, el desvalimiento de sí mismo Mersault.         

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