Bocazas

El autor sostiene que al llamado 'deporte rey' se le echa en falta algo de sal y pimienta fuera de los los estadios. No hace mucho habitaron en España entrenadores cuyo léxico solía ganarse tarjeta roja

La inteligencia irónica de Mourinho rompía la rutina. La inteligencia irónica de Mourinho rompía la rutina.

La inteligencia irónica de Mourinho rompía la rutina.

Amén de esporádicas jornadas épicas celebradas en Cibeles, Neptuno, Canaletas, Plaza Nueva y un largo etcétera, es evidente, público y notorio que fuera de la cancha, el fútbol se ha robotizado, perdiendo espontaneidad y desparpajo. Su trascendencia se mide con cuentagotas estadístico, evidenciando una soporífera carencia de improvisación. No hay apenas sorpresas, ni salidas de tono que inspiren, ni trifulcas que desencadenen un nuevo Waterloo. Casi todo es aburrimiento, puro ejercicio de síntesis preparado a conciencia por un jefe de prensa para que el futbolista actúe como en un karaoke, interpretando su 'playback' manido e insoportable. Así no ganaremos nunca Eurovisión. Está claro que no.

Siento melancolía de otro tiempo en que el llamado deporte rey resultaba también entretenido más allá del campo de juego. Aunque te sonrojaras con bocazas o apaleadores del diccionario, sus bravuconadas animaban el patio de vecinas futbolístico. Jugadores, entrenadores, presidentes de clubes o federaciones y hasta los árbitros, entraban sin titubeos en encendidas batallas dialécticas. En cambio ahora no hay tanta sal y falta la pimienta. Se echan de menos fenómenos como Luis Aragonés, que ganó el premio 'bestia vestido' con su frase lapidaria "dígale a ese negro de mierda que usted es mejor que él". El día en que el denominado 'Sabio de Hortaleza' esputó esa perla, la xenofobia ganó enteros de popularidad en las búsquedas de Google. Para algo sirvió.

En otro tiempo, el fútbol era también entretenido fuera del campo de juego. En otro tiempo, el fútbol era también entretenido fuera del campo de juego.

En otro tiempo, el fútbol era también entretenido fuera del campo de juego. / © Jesús Benítez

Del mismo modo, hasta que abandonó el Real Madrid, también me parecía ridículo que se rasgaran las vestiduras con la inteligencia irónica de José Mourinho. Rompía la rutina. Sin entrar a valorar al técnico, antes de que regresara a Inglaterra tendríamos que haberle puesto un sillón en la Real Academia Esperpéntica, porque nos sacó del tedio o la diplomacia encorsetada. Guardo como oro en paño su libro de citas ilustres: "No soy el mejor del mundo, pero creo que no hay nadie mejor que yo". "Barcelona es una ciudad cultural, con teatros importantes y este chico (Leo Messi) ha aprendido muy bien comedia". "Si uno va a cazar con un buen perro, caza mucho. Pero si no hay perro, no hay más remedio que utilizar a un gato, pero aun así cazas igual". "Dios tiene que pensar que soy un tío cojonudo, si no, no me daría tanto". "El plan de comunicación del Real Madrid soy yo. Con los post partidos y demás, no creo que haga falta hablar más, porque con todo lo que me pegáis a mí es más que suficiente". "Las victorias tienen muchos padres y las derrotas sólo uno y soy yo. Un amigo mío dice que con todas las piedras que lanzan contra mí se podría hacer un monumento". "Vivimos en un mundo un poco hipócrita. Soy el saco de boxeo de todos los cobardes que se juntan. No tengo miedo a nadie". "Mi relación con mi mujer es mejor que con Sergio Ramos".

Podría seguir con más perlas, pero Mou se fue, dejando tras de sí un gran vacío. Ahora los charlatanes brillan por su ausencia, ganan los diplomáticos. Nadie supera el silencio en que este fútbol de mausoleo nos ha sumido. Eso sí, hay muchos políticos que aspiran a ese puesto de bocazas en el terreno de juego donde no hay pelotas…

(*) Jesús Benítez, periodista y escritor, fue editor jefe del Diario Marca y, durante más de una década, siguió todos los grandes premios del Mundial de Motociclismo. A comienzos de los 90, ejerció varios años como jefe de prensa del Circuito de Jerez.

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