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El 28 de abril 1958 se instauró el Telediario en la sobremesa. Almorzamos, y de forma contundente, más tarde que el resto del continente, y si podemos, disfrutamos de esa comida en familia o entre amigos. Incluso en festivos, de las dos de la tarde en adelante. Si miráramos por las casas, una gran mayoría de españoles tiene la costumbre de almorzar ante las noticias. La tele fue la evolución de los campanarios atávicos para señalar la hora de la jornada.

El Telediario de las tres de la tarde es la costumbre más enraizada por influjo de la televisión en España. A esa hora unos 7 millones de ciudadanos, de media, está comiendo ante el televisor y es el meridiano del amplio corte vespertino que solemos tener en las jornadas laborales y es también la hora a la que concluyen los institutos de Secundaria. Las nueve de la noche, la segunda edición, marca la hora de la cena, tramo más ancho según los horarios de cada familia, pero suele marcar la hora de la cena, justo ante de que los Telerín, Casimiro y los Lunnis fueran campanario para mandar los niños a la cama.

La costumbre de los horarios del televisor ha venido ‘guiando’ a las generaciones españolas desde mediados del siglo XX por lo que nuestros hábitos están marcados al fuego de las costumbres de nuestros abuelos, nuestros padres. Y en cuestión de trasnoche, España es el país más experto de Occidente, por sus plácidas, y cada vez más torridas, noches donde el sol declina tarde (llevamos la hora de Berlín desde los tiempos de Hitler). Nos gusta trasnochar, que es como decir que nos gusta vivir.

¿Irían cambiando las costumbres horarias españolas si, por ejemplo, se adelantaran los informativos a la una y media de la tarde, hora del almuerzo (o bocadillo) continental? A medio plazo nada cambiaría y en las nuevas generaciones, que tienen un vínculo con la pantalla mucho más flexible, no repercutiría finalmente ese horario. Si vemos unas noticias a la una y media es porque algo malo ha pasado. Horarios, singularidad, turismo, hostelería. Material frágil para tomarlo con frivolidad.

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