Seengrandece la natura en quien enseña a rebuznar; arte y ciencia de profusos y muy ricos matices para quien la profesa y practica desde su cátedra. Tenemos en estos tiempos dichosos la gloria de asistir a la simpar balada de rebuznos, cuando, a imitación de los cuadrúpedos, cierto bípedo implume, desembucha grácilmente sonidos en justo compás como el que produjera el más excelso de los rebuznadores. No en vano, el mismo Sancho Panza, cuando compró su primer burro, antes de llamarle rucio, por el color que le diferenciaba, quiso llamarle rebuznante; que le sería más propio a quien en fa sostenido mantuviera una larga nota.

Vale mucho un rebuzno, por más que sea ésta una materia prolija y poco conocida entre el pueblo llano y menos cultivado; es, sin embargo, muy solvente entre gentes de leyes y charlamento. Me veo en la obligación ética de cantar la excelencia del canto asnal, aunque haya asnólogos más avezados que yo en esta reflexión a la que no llego en demasía; me dije entonces: más vale algo que nada, que no quiero privar yo a los asnos que nos desgobiernan de la parte alícuota de gloria que merecen; por más que haya de enmudecer otras hazañas irracionales que merecen menos y han de quedar para mejor ocasión que ésta.

Tenemos en presente, y, por todas partes, negro sobre blanco, un gran material rebuznatorio: discursos, mensajes, leyes y promesas grabadas y trascritas al lenguaje vulgar. En cuanto me asomo al noticiario, allí mismo encuentro un pozo de ciencia fusa, profusa y confusa de esta habilidad, simpar, en lo que llevamos de historia, que no es poco.

He oído muchos rebuznos, que, delante de servidor de ustedes, han dejado perlas de oratoria humanamente asnal inigualables, que me serían imposibles reproducir en las tan pocas líneas que dispongo; puedo asegurar que ni Virgilio, ni Plinio, qué digo, ni el Ilustrísimo Sr. Exobispo de Solsona podrían mejorar en necedad máxima y más excelsa ¡Qué rebuzno!

Hay asnos sobre toda la tierra, de muchas clases, razas y maneras, pero como en Hispania ninguno. Asnos que por su excelencia, presencia y potencia no van a la zaga de cuantos haya habido en Arabia, Egipto y la misma Grecia. No quisiera ser hiperbólico, esclerótico, retórico o diabético para lisonjear a quien merece un humilde respeto, si no fuera porque me puede la admiración a quien tan alto y tan visiblemente rebuzna desde que comenzara la asnópolis republicana de antaño. ¡Nada óptimo desde entonces! Asno de Iberia, tened a bien recibir mi reconocimiento y favor por vuestras graves, arduas y acompasadas piezas oratorias.

Aún, indagando en la antigüedad, no he podido encontrar pruebas que superaran vuestros roznes. Resuenan los rebuznos por todo el territorio ex-español, desde el cabo de Creus al de Gata, surcan por el Estrecho rebuznos de victorias diplomáticas, silban por la alianza Atlántica los rebuznos, se oyen por la frontera del Tarajal en armonía con el onagro invasor.

De tal manera y modo se oyen, que la Corona se tambalea a tan estridente roznido; las togas se inclinan, las mitras se achatan, toda la gente de pesebre, por más que lleve faja y galón, que es facultativa y experta en acompasar el argumentario rebuznero, se doblegan ante el excelso rebuznante mayor del Reino ¡Gloria y prez!

La venerabilísima burra de Balaam, que hablando quiso enseñarle el verdadero camino al profeta, no hubiera acertado tanto como este asno ibérico, que, habiendo entrado en la universidad fue capaz, por ósmosis trinitaria, de inhabitar en sí la tesis económica que ya otro tenía. De ahí su zanahorio y rebuznante saber, que hace de él un ser 'pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón'.

Barrunto que, (como hipótesis fiable) bien podría haber sido discípulo del asno de Buridán, que, no sabiendo elegir entre un montón de avena y un cubo de agua, terminó muriendo de inanición. Algo muy conurbano a lo que en estos momentos ocurre en la asnópolis del rebuznatorio hispano-mozárabe. 'Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro. Lo dejo suelto y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas' Queda la esperanza de que algún día pudiera encontrarse con el burro de Cristo, que, como ya indicó algún pregonero de la semana santa jerezana, sabía 'explicar a cuatro patas lo que la altivez humana no puede entender con dos' y, pudiendo así cruzar, entrambos, algún que otro rebuzno, llegara éste a un entendimiento provechoso.

Sería asaz conveniente para este peninsular jumento lumbrera que rebuzna tanto y tan acérrimo cocea. Una parábola y termino: 'Cierto día, un rico ateniense encargó a Aristipo de Cirene la educación de su hijo. El filósofo le pidió por aquel trabajo quinientos dracmas, pero al hombre le pareció un precio excesivo. - Por ese dinero puedo comprarme un asno. - Tiene razón. Le aconsejo que lo compre y así tendrá dos'. A Quien Corresponda.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios