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Análisis

francisco domouso martínez

Secretario General-Administrador. Cáritas Regional de Andalucía

Trabajo para la vida

Celebrar un 1º de Mayo, confinados y "controlados" es una de las paradojas que nos ha traído la pandemia. Pero mayor paradoja es la de sentir que el trabajo que se nos ofrece, cada vez es menos "para la vida"

En la última década, durante esa crisis que no pasó, los Recursos Sociales se han ido recortando drásticamente, (la Sanidad, la Educación y los Servicios Sociales) y fue plasmándose en la expulsión de kis puestos de trabajo asociados a esos recursos. Pero, no solo ahí se recortó el empleo y sus características, también en todos los sectores, el empleo se ha visto mermado en el número de puestos de trabajo, en el salario, en los horarios y condiciones, contraviniendo el derecho de todo hombre a tener un trabajo y la posibilidad de desarrollar sus cualidades y su personalidad, en el ejercicio de su profesión.

Si algo se concretó en el proceso de construcción europea durante el siglo XX, fue el tipo de empleo en Europa (estable, bien remunerado, protegido jurídicamente y reconocido socialmente) y fue el modelo de integración social de esa Europa idealizada. Por tanto, debemos seguir exigiendo que la calidad del empleo, debe estar asociada a los procesos de cohesión social y las dinámicas de exclusión.

La evolución de la crisis financiera, y la progresiva degradación de ese concepto de "Europa de los Ciudadanos" a favor de una "Europa de los Mercaderes". Y ese cambio, ha traído como consecuencia, una merma no solo en el volumen de empleo (y por tanto de incremento del desempleo), sino también en la regulación laboral, la protección social y la calidad del empleo (cada vez más orientado en su evolución, hacia el empleo precario)

FOESSA nos confirma, que seis de cada diez personas en exclusión social están también excluida del empleo y los otros cuatros, veremos sus características. El impacto social de la crisis financiera vivida, tuvo en sus inicios un fuerte componente laboral y, consecuentemente una fuerte exclusión del consumo. Y esa exclusión del empleo estuvo y está, vinculada a la salud física y mental, a las relaciones sociales y las condiciones de vivienda. Todo ese empeoramiento a su vez, fue un factor que aumentó las posibilidades de sufrir discriminación en los procesos de selección para conseguir un empleo, o incluso de estar desempleado, o también, para tener un empleo precario. La concentración de empleo precario y exclusión en le vivienda, explican una parte importante de la exclusión en España. Esa necesidad de entonces y de ahora, hace que se acepten condiciones de trabajo normalmente "inaceptables" por miedo a algo peor (por ejemplo, perder la vivienda)

No cabe aducir que, al menos con ese tipo empleo, se crea una posibilidad de generar ingresos que eviten otras situaciones. Desde Cáritas, hemos denunciado la existencia de muchos trabajadores pobres, que no pueden con su salario atender los gastos normales de su familia y que acuden solicitando ayuda. La extensión del trabajo con bajos salarios, limita el carácter integrador del empleo y cuestiona las estrategias generales de activación. De ahí el poner el foco en la necesidad de implementar modificaciones en las Rentas Mínimas, de tal manera que se permita la lógica del doble derecho a complementar los ingresos del trabajo, con este tipo de prestaciones.

En cualquier caso, hay que poner el foco en la creación de empleo y de un empleo digno, sin las indecentes condiciones de precariedad y de bajos salarios. Las Administraciones, deben poner su empeño en que los empleados aptos para trabajar, se les ofrezca la oportunidad de conseguir un empleo adecuado a sus fuerzas, así como que la remuneración de su trabajo, se determine según criterios de justicia y equidad. No podemos dejar de percibir el trabajo como un derecho y aceptar, que palabras como "moderación", "ajuste", "necesidades", "adecuación", prevalezcan sobre ese Derecho. Y tampoco introducir como alternativa la subsidiación social que, si bien es más que necesario y posible, sustituya las posibilidades de ejercitar ese derecho al trabajo.

Y aquí me quiero referir a las declaraciones de Mons. Argüello, quien recientemente alegaba que no puede ser que la Renta Básica, "tan necesaria", pueda de alguna manera sustituir un derecho (el del trabajo digno,) manteniendo a los trabajadores en una situación subsidiada permanentemente, lo que no es deseable para una organización solidaria con la comunidad y el bien común. Ni es deseable en una sociedad justa, donde uno de los derechos de sus individuos, es el de tener un empleo digno, estable, de calidad y que permita el mantenimiento del estado del Bienestar.

Es más, podemos vernos a medio plazo en que una vez perdido los empleos, también pueda perderse esa renta, aduciendo motivos varios, y esas recetas improvisadas y urgentes, nuestros gobernantes ya nos la han administrado anteriormente.

En cualquier caso, desde la Iglesia, reclamamos el reconocimiento de un ingreso mínimo garantizado, en un programa articulado que integre las políticas sociales en nuestro país, y en este Primero de Mayo así lo reclamamos.

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