Visto y Oído
Magno
Entrando en agujas
Que las formas que establece la buena educación están totalmente relajadas no es cosa difícil de entender. La sociedad que nos ha tocado vivir se encuentra muy al margen de aquello que nosotros, los que tenemos unos años, conocíamos como urbanidad. Cada día son menos los jóvenes y no tan jóvenes que muestran un respeto riguroso hacia los demás, demuestran una absoluta consideración hacia el entorno o manifiestan claros posicionamientos de civismo.
Además, en las familias, verdaderos espacios existenciales donde los padres deben educar a sus hijos - los colegios están para la necesaria y obligatoria instrucción y para colaborar en lo que se ha de hacer en los hogares - no se dan las adecuadas circunstancias para que los niños encuentren los adecuados registros con objeto de conseguir actuaciones lógicas, civilizadas y altamente educativas para una vida sensata en sociedad. Respetar los pasos de cebra y pararse ante semáforos en rojo, velar por la limpieza de las calles, evitando toda suciedad y deterioro, hablar sin gritos estentóreos, actuar con la máxima consideración hacia los mayores, ofrecer comportamientos adecuados en todo momento… entre otras acciones normales en la vida diaria, son actuaciones que van perdiendo la entidad que deberían tener y que, hace algún tiempo, salvo muy contadas excepciones, no ofrecían la menor duda sobre su obligado cumplimiento por parte de grandes y pequeños, de jóvenes y mayores, de ricos y pobres.
Estamos hartos de comprobar el nefasto comportamiento de conductores que actúan como si la calle fuese suya; actuaciones impropias de personas que ejercen casi una tiranía sobre el prójimo; niños que abochornan a sus padres sometiéndoles casi hasta la humillación; padres que se dejan avasallar por sus hijos por no entrar en conflictos con ellos; mamás que se enfrentan, por nimiedades, sin piedad y con la más absoluta desconsideración y falta de educación, a los maestros…
Todo un sinsentido que nos lleva a una sociedad en absoluta falta de entidad y casi en manifiesto sentido de decadencia moral. Aunque pueda parecer que, hoy, me ha salido la columna un poco apocalíptica, salgan a la calle y observen. Sentirán, cuando menos, un repeluco.
También te puede interesar
Visto y Oído
Magno
Tribuna Económica
Gumersindo Ruiz
Las criptomonedas y el plátano de seis millones
El parqué
Jaime Sicilia
De menos a más
América, estremecida por la tensión política española
Lo último