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Ehace alrededor de una década oí por primera vez aquella frase que, aunque no la sabría repetir con exactitud, venía a decir algo como que "si pasas de la política, te has convertido en presa de la misma". Por aquel entonces, no podía estar más de acuerdo con ella y mis ansias por conocer y ser partícipe de un cambio verdadero en el sistema me hacían interesarme por distintos movimientos, marchas y asambleas que parecían ser solo el principio de un mundo mucho más justo.

Pasaron los años y la desidia y el desinterés por la clase política fueron cayendo en mí -y seguro que en muchos jóvenes más- como cuchillos que se clavaban una y otra vez ante un panorama que, aunque maquillado de color de rosa, no hacía más que perpetuar la ruina de la que parece imposible escapar.

Las nuevas figuras políticas ajenas -al menos en un primer momento- al bipartidismo tuvieron un momento cumbre hace algo más de un lustro. Sin embargo, hoy en día han dejado ver, sin tapujos, cómo todo ha continuado siendo la misma película con más y distintos actores.

Es por todo esto por lo que gran parte de la juventud finalmente decide centrarse en otros menesteres, siendo, como bien decía la frase, "presa de la política". Ahora bien: la sangre vuelve a hervir cuando, en tu cara y sin pudor, viene una señorita a tratar de tomar Madrid con la mentira y la desvergüenza detrás del ondeo de la bandera de España. Con su voz de pija acomodada y su cínica y rancia media sonrisa logró provocar un momento realmente incómodo en un debate con el resto de candidatos, haciendo que uno de ellos se marchara a la mitad del mismo. Una peligrosa cabeza visible que es capaz de asegurar que un menor extranjero no acompañado cuesta 4.700€ a las arcas públicas y quedarse tan ancha, mientras los señala como culpables de que cualquier abuela de vecino no tenga para sobrevivir.

Mentiras, odio y degeneración política que no deberían tener cabida en nuestro futuro y que, desgraciadamente, la tienen en nuestro presente.

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