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Cuando se celebra el día internacional de alguna colectividad hay un grupúsculo de personas que siempre cuestiona su existencia. Ni muchos otros colectivos lo tienen ni resulta necesario en los tiempos que corren. Al menos así lo argumentan los que no entienden que la mujer o la comunidad LGTBI, por poner un ejemplo, tengan un día en el que se les de visibilidad. Porque, para qué dar visibilidad a personas que han alcanzado todos sus derechos y que no sufren discriminación alguna. Para qué.
Hoy se celebra el Día Internacional Contra la Violencia de Género y quiero pensar que nadie pone en duda su necesaria (por desgracia) existencia. Que nadie cuestiona la falta que hace que un día (¿en serio solamente uno?) al año se recuerde a todas y cada una de las mujeres que han sido asesinadas y, además, se haga un llamamiento a la sociedad para terminar con esta lacra. Y digo sociedad porque no creo que ninguno de los poderes del estado puedan poner freno a uno de los peores males de este. Al menos de momento. A ambos entes parece resultarles complicado establecer leyes, modificar el código penal o endurecer las penas para proteger a la mujer frente a su agresor. Sea cual sea la agresión, que a veces también les resulta difícil llamar a las cosas por su nombre. Por eso el papel de la sociedad se me antoja clave en esta lucha.
Porque la sociedad siempre ha sido el motor del cambio y el cambio es mucho más que necesario. Y no me refiero a salir en masa y tomar las calles con camisetas moradas, que también, me refiero a que mantengamos los ojos y los cerebros abiertos. Abiertos para detectar cualquier situación de violencia (tanto física como verbal, sobre todo esta última, que a veces nos pasa desapercibida), abiertos para saber frenarla y abiertos para erradicar determinadas conductas. Porque ver y denunciar es un paso enorme, pero educar desde la base es la auténtica clave.
Enseñar cuáles son los pilares (los de verdad) de una relación, cuál es la forma sana de quererse, dónde empieza mi libertad y dónde acaba la del otro, qué es el bienquerer y qué no. Es algo que la mayoría hemos aprendido en casa, pero no todos tienen esa casa. Las aulas pueden ser ese espacio en el que el Día Contra la Violencia de Genéro empiece el camino para convertirse en el recuerdo de una lucha ganada.
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