Tribuna libre

José Barrigón Asencio

El aura otoñal en la Alpujarra

Una imagen de la Alpujarra
Una imagen de la Alpujarra / R.D

27 de diciembre 2016 - 08:44

Posiblemente sea la estación otoñal la época del año que mejor sienta al ser humano, gracias a la heterogeneidad paisajística que nos brinda y ofrece. Una estación, digamos que ideal, para sentir y apreciar la naturaleza en general y, ¿por qué no? la de la Alpujarra en particular, aprovechando los recursos que la misma nos regala en un entorno apacible con un tono melancólico que nos sumerge en el corazón de sus montañas, sus bosques, sus blancos y típicos pueblos, su hojarasca que todo lo tiñe convirtiendo en alfombrados suelos plenos de variedades cromáticas diluyendo su olor entre rayos de sol atravesando la todavía espesura de sus árboles con esa luz bañando impresionantes amaneceres y atardeceres mostrándonos una exuberante paleta de colores, antes de que el invierno se presente, haciéndonos más evidente a los ojos y sentidos rincones naturales justo al lado de legados históricos, culturales y patrimoniales.

Cierto es que la vegetación se enfrenta a los efectos del cambio climático (como tantas otras cosas) diga lo que diga el todopoderoso y 'sabiondo' electo presidente de los Estados Unidos de América del Norte, señor Trump, al que desearía que algunos de esos rayos de luz solar que penetran y atraviesan sus hábitat iluminaran su rubia y, tal vez, menguante testa, en este asunto, al menos. Es verdad, también, que el tan cacareado cambio climático se presta a diferentes interpretaciones e intereses.

Podemos, sin lugar a dudas y por lo que a mí respecta, considerar a la Alhambra de Granada la joya de la corona y, cómo no, a la Alpujarra su perla. Un paraíso natural con un encanto especial que atrapa con esa belleza sin igual que todo lo envuelve en su pureza del aire al lado de sus costumbres y tradiciones arraigadas junto a ese sol tan andaluz que baña espacios idílicos con senderos de lujo entre abundante vegetación y agua, y casi en paralelo en bien trazadas acequias (herencia musulmana) y vistas impresionantes. Un destino de oro para los que aman y amamos la naturaleza, donde no se fotografía lo que se ve, sino lo que se siente.

Sabido es que los árboles, como todos los seres vivos, han cogido la función que en el planeta les corresponde. Son los verdaderos guardianes de la vida y la salud a pesar de su aparente y callado silencio conformando paisajes plenos de diversidad. Su aniquilación tendría consecuencias ya que nuestra vida humana está estrechamente ligada a ellos. Se extraen tradiciones orales o escritas en la memoria de lo que todavía no se ha perdido. Ellos absorben la contaminación y reducen la acústica, controlan la temperatura que junto con los hongos y musgos ayudan, sobremanera, a la conservación de los mismos.

En esta singular comarca alpujarreña de gran belleza y contrastes paisajísticos entran en juego su fauna y flora, relieves, agricultura… , contemplando desde sus alturas lugares de rugosas altiplanicies evocando historias atesoradas en piedras, cual esculturas dormidas (caprichos de la naturaleza) que nos hablan de otros tiempos, otras culturas en una tierra casi exclusiva y ajena a nuestra hoy existencia. Testigo mudo y escenario de innumerables sucesos y acontecimientos por donde pasaron iberos, celtas, cartagineses, romanos, visigodos de forma más o menos efímera) y musulmanes, siendo éstos los que dejaron su impronta todavía palpable como, entre otras, su singular arquitectura, casi única, y similar a la de los bereberes del norte de África en su cordillera del Atlas, esos pueblecitos con encanto de casas encaladas y azoteas de pizarra orientadas al sur y escalonadas con el fin de aprovechar el clima mediterráneo esparciendo el aroma del humo de sus peculiares y pintorescas chimeneas.

Durante la época otoñal bajan, desde frondosas arboledas las corazas desprendidas de sus árboles haciéndolo en cascadas desde sus picos, laderas, despeñaderos, horcajos, crestas, abruptos barrancos, bancales… cortando con sus alas el cielo hasta caer rozando, a veces, las mejillas de senderistas y visitantes, empapando de fragancias fascinantes entornos e igualmente lluvias de setas los inundan. De los bosques, el castaño es el rey del paisaje otoñal cuyo fruto ha sido considerado, tiempo atrás, el "pan de los pobres". Abundan, también, entre otros, nogales, almendros, algarrobos, moreras… (la base de la seda en la época musulmana). De su fauna destacaremos cabras montesas, zorros, jabalíes, ovejas, águilas perdiceras… y una comunidad de aves (la más abundante) que se expresan por medio de sonoros y bellos cantos. Es un lugar especial que enamora habiendo tenido la suerte y oportunidad de recorrerla por sus cuatro puntos cardinales a través de sus hermosos senderos donde se respira una naturaleza que alivia el cuerpo y la mente de la carga del día a día y que en los regresos a la rutina me digo: ¡volveré!

Es una tierra de contrastes con rica variedad de alternativas por esos bellísimos pueblos que esconden todo tipo de encantos con sus parajes y reservas naturales. Es verdad que cualquier época es buena para adentrarse en ese paraíso detenido en el tiempo. El otoño, al menos para mí, se lleva la palma. Es como decir: "no existe belleza tal como la gracia otoñal". Quisiera concluir dedicándole un piropo hecho poema: De vital naturaleza, / aromáticos olores,/pinceladas de colores/es la Alpujarra belleza./Una fina sutileza/de luces sus claros cielos./Una amalgama de vuelos/pueblos de blanco encalado/-ecos de historia pasado-/Cumbres de nieve y de hielos.

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