Pepe Marín

Centenario del cantaor antonio pérez ‘el Perro de Paterna’

Opinión

02 de febrero 2025 - 03:06

Hace apenas una decena de días un amigo me interrogó –confío en su buena intención- sobre esta serie de obituarios que Diario de Jerez me brinda la oportunidad de escribir, como es el caso que hoy nos ocupa y que suelen estar dedicados a protagonistas de dos mundos que me apasionan: el arte flamenco y el arte poético. Hay una rama más, y con las tres, suelo construir un trípode sobre el que se sustentan mis grandes aficiones: el arte de Talía, (musa del teatro). El titular de este comentario queda explícitamente concretado en la conmemoración del centenario del nacimiento –en agosto de 1925- de Antonio Pérez Jiménez “El Perro de Paterna”, cantaor al que por coincidencia en incontables ocasiones en Andalucía y fuera de sus fronteras hube de presentar e incluso coincidir en viajes, como el recordado a Ceuta en 1974, que fueron el germen de una gran amistad. En esta introducción quiero aclarar a mi amigo que, como dice el sociólogo Hein de Haas “tendemos a olvidar nuestra historia rápidamente”. Es por ello que yo trato de recordar con estos modestos apuntes a hombres y mujeres que, cada uno desde sus conocimientos y aptitudes han sido protagonistas de unos buenos capítulos de nuestra historia más reciente.

El 24 de agosto de 2012, en la Casa de la Cultura de Paterna de Rivera se configuró un encuentro en el que tomamos parte varios compañeros y amigos de Antonio, conmemorando con ello el 15 aniversario del fallecimiento del cantaor paternero; la coordinación del acto fue responsabilidad de su paisano Fernando Gallo, autor un año más tarde del libro El Perro de Paterna, Cantaor Grande y Embajador de su Pueblo, prologado por el poeta arcense, Antonio Murciano.

Retomando el tema del referido encuentro de 2012, deseo volver al mismo reproduciendo algunos de los apuntes que pude aportar a fin de dejar constancia de mi cariño y permanente recuerdo a la figura de Antonio Pérez Jiménez, como queda reseñado abanderado del cante de su pueblo: la petenera, un cante que “Medina el Viejo” y Pastora Pavón Cruz “Niña de los Peines” sostuvieron como dos columnas de fe cantaora, sumándosele Antonio hasta convertir con su aportación un trío sobre el que extender un lienzo para, con los pinceles de su voz exaltar y dar continuidad a la realidad de dicho cante. Su voz laina le permitió que, junto al cante de su pueblo convivieran otros estilos de los llamados cantes de ida y vuelta. La naturaleza le dotó de unas condiciones físicas envidiables a las que quiso y supo arrancarle todas las ganancias posibles en beneficio de sus maneras cantaoras. Al no tener que pelear con la voz, ya que esta fluía de su garganta como el sonido de la prima de la guitarra, aguda, no precisó de subterfugios para engañarse él o engañar al público –meter la nariz como otros-. El grueso de los espectadores le aceptó, le aplaudió y reverenció porque para todos los públicos solía cantar, sometiéndose a cuantas exigencias los públicos demandaran.

Un segundo libro –que agradezco a mi amigo José López Doblas, Técnico de Gestión Cultural del Ayuntamiento de Paterna me haya remitido-, original del también paternero Manuel Rosado “Pachi”, deja constancia de los premios, homenajes, condecoraciones y grabaciones que conforman un historial tan pródigo como pródigo fue “El Perro” con su cante. Es materialmente imposible, por su extensión, reseñar en este breve espacio las muchas ocasiones en las que coincidimos en recitales, festivales, viajes, etcétera; pero no quisiera terminar este recuerdo a Antonio Pérez Jiménez sin citar el homenaje que fue ofrecido a su memoria con ocasión de la XXIII edición del Concurso Nacional de Cante por Peteneras el día 24 de julio de 1997, que tuve el placer de presentar dando lectura a unos versos del poeta Antonio Murciano que hoy me sirven de epílogo: No has muerto,/vivo estás,/que yo te vi./Serás bronce y copla eterna./Y cantas,/que yo te vi/por los cielos de Paterna. Gracias finalmente a ustedes, amables lectores, por haber llegado hasta aquí y, gracias a Fernando Gallo por haber plasmado en su libro el acto de introducción y los versos del poeta arcense.

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