Juan Antonio Vital Santos

La crítica de arte en Bernardo Palomo

Desde la realidad

18 de junio 2024 - 00:00

Me gustar leer los diferentes artículos que cada semana publica este diario de mano de Bernardo Palomo sobre pinturas, obras de artes y exposiciones de artistas locales o nacionales que va dando a conocer.

Sus artículos son ejemplo de pasión y de constancia por una labor que, fuera del mundo de los entendidos, para la mayoría de los mortales pasarían desapercibidos. Yo no me considero un experto en esta materia, de hecho, no recuerdo haber tenido nunca una conversación con Bernardo sobre ninguna obra de arte en concreto. Pero si hemos hablados horas y horas sobre qué entendemos por la belleza. Y en este punto he podido ver algo extraordinario. Su propia vida como su forma de escribir. Sus diferentes artículos y sus muchos libros publicados nos enseñan, ante todo, que tenemos que observar una obra de arte como la vida misma y ponernos en una situación similar a la del artista, evitar que el pensamiento crítico fragmentario y la mirada utilitarista sobre la obra de arte pueda matar lo que ha sido creado para existir y revelarse.

Otro aspecto que podemos observar en su forma de percibir la vida, ya sea una oración ante su Jesús Nazareno, un beso a su nieto, una cerveza entre amigos, una crítica de arte en su periódico o simplemente disfrutar de una corrida de toros, es el carácter escatológico, él mira la realidad más allá de sí mismo. El arte, como la vida para Bernardo, surge del anhelo de una existencia perfecta que no existe pero que él, de forma especial y a pesar de todo, siente que existe porque es capaz de ir mas allá de su propio yo y entablar un diálogo con la realidad mostrándolo desde su experiencia subjetiva. De esta forma nos enseña, con su crítica, la realidad como una obra de arte, es decir como un don que hay que descubrir.

La belleza es algo que abarca mucho más. La belleza aparece cuando la esencia de las cosas y de las personas alcanza su clara expresión. Con ello no se trata de remitir la belleza a cosas de entendimiento, sino de decir que es la señal de una plenitud. Lo ético en la obra de arte nos habla de la plenitud que desea el ser humano, tanto cuando es el autor como si es el que lo observa. Esto nos habla de un horizonte antropológico que nos lleva a ver la realidad desde una postura religiosa. Por eso podemos afirmar que toda auténtica relación con la obra de arte tiene que desembocar en el campo metafísico. No es que la obra concreta proceda directamente de contenido religioso, sino que su función eminentemente es de naturaleza religiosa porque su acción verdadera es aspirar a un porvenir definitivo que está por llegar. Así es la crítica de Bernardo, algo que está pero que siempre está por llegar en su plenitud.

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