El parqué
Álvaro Romero
Subidas moderadas
Estamos asistiendo a la demostración más palpable de la falta de criterio de nuestra civilización en los momentos en los que más falta hace la sensatez. Lo mismo estamos hablando de la vuelta al cole o de las agresiones a médicos y enfermeros que de la tortura diaria de quienes usan los servicios públicos de transportes o tienen que solucionar algún trámite en cualquier organismo público. Como si de una película de Almodóvar se tratara, la estética vence y convence por cansina y es difícil que consideremos necesario aplaudir durante diecisiete minutos a quienes se lo merezcan entre los gestores de lo que debería funcionar por el beneficio de todos.
Recortes en el número de profesorado porque debe ser difícil cuadrar datos durante el mes y medio que precede al inicio de curso, falta de seguridad en los hospitales que se nos antoja que debe tratarse de maximizar los recursos de urgencias para que las agresiones se traten en el mismo lugar de los hechos, retrasos en las estaciones de trenes ya que, hoy en día, no hay medios digitales suficientes para prevenir problemas en unas vías de ida y vuelta que deben ser fantasmagóricas para quienes controlan y, miles de problemas para poder coger cita, hablar con un funcionario o que el papel de turno llegue, por aire, tierra o mar, a la bandeja correspondiente en la que se produzca el extraño misterio de conseguir el propósito por el que inició el viaje impreso a ninguna parte.
El funcionamiento de toda esta maquinaria es complicada, debe ser ardua y está sometida a vaivenes políticos que son los que despistan a propios y extraños, pero en el fondo, y hasta nueva orden de inteligencia artificial androidea, son personas las que tocan una tecla, hacen una llamada o imprime un papel. Personas que, con las excepciones conocidas, se acomodan y aceptan entrar a ser copartícipes de este despropósito, a sabiendas que algo no está bien y que en su ética interna algo deben hacer por cambiar a quienes lo requieren.
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