Jesús Benítez
David Gilmour, alma viva de Pink Floyd
Desde la espadaña
LAS ideas no caen del cielo, vienen por vía de las palabras, las mismas que configuran el lenguaje y hacen decir lo que se oye y hacen pensar lo que se piensa. El lenguaje es, como chirimiri y orballo, lluvia fina que termina calando huesos de bobos y listos, sin distinción.
Las cosas que se dicen tienen su construcción ideológica precisa; porque nada cae del espacio como consecuencia de un juego aleatorio y bien intencionado ¡ojalá! Las palabras son armas de fuego que, puestas en manos de un simio, pueden provocar estragos inimaginables ‘Tal es mi poesía: poesía herramienta /a la vez que latido de lo unánime y ciego. /Tal es, arma cargada de futuro expansivo /con que te apunto al pecho’ (Gabriel Celaya).
Las ideologías, que se nutren del lenguaje, lo utilizan para modificar conciencias o anestesiarlas, según intereses, si fuera preciso. Vean, por ejemplo, el poder que ejerce un anuncio a la hora de comprar determinados productos. Está comprobado que el mensaje, esto es la palabra-lenguaje, modifica de manera radical nuestros comportamientos mercantiles. Otro tanto ocurre con las ideas. G. Orwell (1984) ya supo relacionar la trasformación de la sociedad con la manipulación del lenguaje.
En el neolenguaje, cada vez más presente en todas las realidades sociales, hay un totalitarismo acechante con claras intenciones del manejo de las conciencias ¡Ojo avizor! Está claro que el pensamiento depende de las palabras y los manipuladores saben muy bien que hay que construir nuevas formas a la vez que deconstruir las ya existentes. Se trata de dejarnos a la intemperie y con el deseo de encontrar el ‘novum’ salvador que nos libere de todo lo anterior. Así nos lo quieren vender, que para eso hay expertos al servicio de los poderosos ‘lobbies’ de Bruselas. Hoy las grandes conquistas no necesitan armas complicadas, se consiguen inoculando en la mente, a través del lenguaje, por el cauce de las palabras, las nuevas ideas que van modificando las conductas hasta domeñar al individuo.
El adoctrinamiento está calculado en la sociedad wok y en la agenda 2030. Un simple acto político como, por ejemplo, el cambio de nomenclatura de las calles o edificios es un acto revolucionario de consecuencias inmediatas. Al principio causa convulsión, pero, pasado el fragor de la batalla, termina haciendo valer lo que pretende: aceptación, sumisión y nueva mentalidad. No es broma; lo estamos comprobando.
El problema reside en que estos actos sólo coinciden con determinas posturas ideológicas sin que haya consenso social ni diálogo alguno ¿Para qué, si las leyes democráticas de las respetables mayorías lo permiten? Ocurre otro tanto con la matraca del lenguaje inclusivo, que no es casual, como no lo es la cantidad de eufemismos que se trazan para quitarle fuerza a las ideas asentadas del pasado moral: muerte digna, en vez de eutanasia; pareja de hecho, en vez de matrimonio y familia; interrupción voluntaria del embarazo, en vez de aborto. Y así hasta la consumación de cualquier significado anterior. Se trata de cambiar la mentalidad; o destruirla. El lenguaje, aparentemente transformador, causa tal efecto en las neuronas colectivas que si te salieras de él inmediatamente incurrirías en ‘herejía’ social de lo políticamente correcto. Torquemada ¡pobre! se ha convertido en escuetísimo aprendiz de inquisidor.
Naturalmente todo esto se hace con blandura, afablemente, con dulzura exquisita, penetrando sigilosamente, para no levantar sospechas, y saludando a las víctimas con estupendas formas de mansedumbre ¡Cuánto ha aprendido Belial! Se trata de poner apariencia buena a lo que es objetivamente malo ¡qué listo! A fuerza de repetir se inocula y, ahora, lo que parecía un disparate, se acepta como axioma. ¿Recordáis el revuelo que causó ‘miembros y miembras’ de Bibiana Aído? Ahora se aceptan ‘jóvenas y portavozas’ sin rubor alguno para que nadie se ofenda. Así funciona esto.
El lenguaje es, según Rodrigo Ballester (director del Centro de Estudios Europeos del Mathias Corvinus Collegium en Budapest) el “Caballo de Troya” del adoctrinamiento: adormece y anestesia. Para mayor claridad la ministra Irene Montero realizó un discurso memorable de medio minuto con ‘todos, todas, todes,’ niños, niñas, niñes’ ’escuchados, escuchadas, escuchades’. Trabalenguas incomparable que terminará siendo para vergüenza histórica, legal, o quién sabe si ‘imponido’ por los insensatos tribunales de lo políticamente correcto.
El problema no es la incorrección del lenguaje sino la ideología que se acaba asentando como un trágala democrático. No es un fenómeno nuevo, puesto que ya sabemos en qué modo y manera han actuado los poderes totalitarios de la historia; el tema se acentúa cuando los lameculos de los medios de comunicación también entran al trapo y se dejan prostituir por semejante bazofia. No sé si se puede dar la batalla con semejantes aperos; pero estoy seguro de que, si no dominamos el lenguaje, el lenguaje permitirá que nos dominen a nosotros. Llamemos a las cosas por su nombre y desafiemos la dictadura del lenguaje impositivo, si no queremos fenecer en manos de los tontos integrales.
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