Yo te digo mi verdad
¿El pueblo salva al pueblo?
Bordón y tinta nueva
TENGO un amigo israelí que me ha escrito -hace ya unos días- que lo que está haciendo su país con Palestina no tiene perdón.
Digo que muy feas tienen que estar las cosas para que un judío, de aquella tierra tan santa y tan habituada a la sangre, me suelte tal afirmación..., pero a nadie le cabe la menor duda de que aquello es una matanza en toda regla; una sangría de tal magnitud que ningún Dios quiere ser cómplice de esta aniquilación; sólo el Dios de la guerra que nació ciego y sordo.
Pero no, no quiero hablar de religiones porque siempre he creído que a los hombres honestos no les hace falta; como tampoco quiero hacer distinción de ambos países porque tengo comprobado que las fronteras dividen a las personas; ni osaré nunca defender a uno de esos "grandes" hombres que hablan en nombre de todos y únicamente les importa su ombligo sin fondo.
Hoy, simplemente, les invito a que cojan su vida por los cuernos e impidan que ésta vuelva a refugiarse tras las burlas de un programa basura o siga subido a la esquizofrénica montaña rusa del mundo deportivo; que miren dentro de los ojos de sus hijos, padres o amigos y piensen por un segundo -basta sólo uno- que sus seres más queridos yacen muertos en medio de la calle, bajo los escombros de una casa cualquiera o se desangran por un bombardeo invisible que arrasa con todos los futuros que podáis imaginar... Y no traten de buscar la razón del desastre porque jamás la habrá ya que siempre mueren los inocentes.
Lo peor de todo es que -frente al televisor- nos sentimos libres de toda culpa por el simple hecho de no empuñar un arma..., pero por esa estúpida idea, un día nos tocará padecer porque -y que lo sepáis- nadie logra escapar de la brutalidad del ser humano..., y menos si continuamos refugiándonos -como hacemos a diario- en nuestra hipócrita vida de cartón piedra.
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