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Habladurías

Fernando Taboada

Todos a una

LES tengo envidia. Con el trabajo que me cuesta a mí formarme una opinión sobre cualquier cosa (por tonta que sea) y sin embargo, llegan ellos y siempre encuentran respuestas para todo. Ante el problema que se plantee, lo único que tienen que hacer los políticos es esperar a ver qué dice el rival y opinar justo lo contrario. Así que si un gobierno considera que hay que subir los impuestos, basta con pertenecer a la oposición para no tener que darle más vueltas al asunto, ya que lo suyo será defender una bajada inmediata de esos impuestos. Y si uno es concejal y propone que los autobuses urbanos como más bonitos están son pintados de color rosa, no habrá más que pertenecer al grupo municipal de enfrente para tener clarísimo que si hay un color que no le pega a un autobús es precisamente el rosa.

Por eso los distintos parlamentos que conforman nuestro vigoroso sistema democrático cada vez se parecen más a las peleas de gallos. Salvo en lo de hacer apuestas, que es lo propio en los reñideros, apenas hay diferencia, ya que siempre andan a la greña sus señorías. Al menos cuando hay público mirando.

Pero no siempre ocurre así. Tal vez por pensar que nadie les estaba mirando, los parlamentarios andaluces el pasado mes de marzo supieron aparcar sus diferencias, olvidando por una vez las siglas de sus respectivas formaciones, y terminaron firmando un acuerdo que debe servir como ejemplo de armonía. El acuerdo consistía en subirse las dietas a ellos mismos.

Es verdad que hay parlamentarios que cobran dietas hasta por pasear al perro. Pero ¿no es emocionante saber que aún existen causas nobles que ponen de acuerdo a las izquierdas y las derechas, a los nacionalistas con los que no lo son, y que funden en un abrazo a los abortistas con los antiabortistas? Si en el resto de decisiones hubiera tanta unanimidad como en esto de mejorarse los propios salarios, en vez de otorgárselo a alguna entidad benéfica, el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia habría que concedérselo este año al Parlamento Andaluz.

El problema está en la falta de solidaridad que ha demostrado el resto de la población, que no entiende que sus gobernantes prosperen en la misma proporción en la que empeoran las condiciones laborales de los que no tienen un escaño. De ahí que, tan pronto saltó la noticia, los portavoces de los tres partidos implicados en el enjuague se apresuraran a declarar lo feo que está eso de subirse los salarios mientras los demás las pasan canutas. ¿No es conmovedor? Seguramente lo sería si no hubieran esperado a que la noticia apareciera publicada en el Diario de Sevilla.

Para una vez que se toman en serio la lucha contra la precariedad laboral, es una pena que se lo echen en cara. Cierto es que solo se habían preocupado por mejorar su propia situación, pero ¿acaso no son ellos también trabajadores? Dicen que la caridad empieza por uno mismo. Lo que no encaja cierta gente es que empiece por uno mismo y acabe también ahí. Pero tampoco es época de esperar muchos milagros.

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