Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

La torre del vigía

Juan Manuel Sainz Peña

Blindajes

Me largué. Y a partir de ahora pienso hacerlo todas las veces que pueda. A Sevilla, a Bolonia o a donde no tenga que soportar el ruido de los moteros más incívicos, aquellos que confunden la fiesta con el todo vale y, de paso, hacen pensar a los demás -autoridades incluidas, que manda huevos- que el motorista es por definición un salvaje. Como cada año, ha habido división de opiniones. A unos les ha parecido acertada las medidas inauguradas el año pasado con eso de cerrar el paso a los motoristas, y a otros les ha tocado los países bajos la restricción.

Independientemente de que la decisión sea más o menos acertada, de que nuestra alcaldesa diga cosas luego fácilmente rebatibles por algún periodista local, mosca cojonera que molesta si bucea en la hemeroteca, si hace bien su trabajo, vamos, hay algo claro: somos muy cómodos. Los de aquí y los que vienen, pongamos por caso, de Zaragoza. Esto es: igual que queremos aparcar el coche en la puerta del comercio o del trabajo, el motero pretende aparcar su máquina a medio metro de la barra del bar de copas, y tampoco es eso. Ha habido aparcamientos más o menos cerca del centro y de los lugares de copeo, pero se ha impuesto, me parece, el desconcierto y la flojera de caminar un rato. Aparte de eso, lo de siempre. Armaron el taco los berracos de la ciudad, con sus ciclomotores mugrientos, más trucados que el sombrero de Juan Tamariz, creyéndose que pueden campar a sus anchas, como si el fin de semana permitiera los excesos sin vulnerar la ley y la seguridad de los vecinos, incluidos aquellos a los que las motos les importan un pepino. Queda claro, un año más, que jamás se pondrán de acuerdo los dueños de bares, ni los vecinos, ni el Ayuntamiento. Todo seguirá igual: balances, cifras y dimes, diretes de nuestros políticos. Ajenos a todo ello, Manolo con la churri y el crío viendo en una silla de playa las motos a la puerta de su casa como el que ve pasar la procesión de la patrona del pueblo. Y el año que viene, más de lo mismo.

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