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El lanzador de cuchillos

Bustos y el compromiso

El periodista cuenta año y medio de la vida del Centro de Acogida San Isidro para personas sin hogar

El sábado pasado tuve el honor de presentar en la Feria del Libro de Granada la última obra de Jorge Bustos. En Casi, el periodista madrileño cuenta año y medio de la vida del Centro de Acogida San Isidro, que no es, como el Berghof de La montaña mágica, una casa de curas, ni un olimpo artificial, sino un centro para personas sin hogar con una acusada vocación de estación de paso, en el que se considera un fracaso que algunos de los usuarios acaben haciendo del recinto su forma de vida.

En el Madrid de la prosperidad, de las inversiones extranjeras, de la Fórmula 1, existe también, como en todas las grandes ciudades, la otra cara de la moneda: la de los desheredados, que se concentran, paradójicamente, en las cercanías del Palacio Real. Y a esa gente, casi invisible, es a la que Jorge ha dirigido su mirada y su infinita curiosidad. Sin un ápice de sentimentalismo, por cierto, lo que le agradecemos especialmente los que tenemos antecedentes familiares de diabetes. Habrá a quien le resulte curioso que haya sido un cronista de derechas el que haya reflejado esa otra realidad; si un tipo de izquierdas hubiese dado a la imprenta esta crónica del desamparo, en los medios afines –y en los no afines– sería presentado como un escritor comprometido. Yo, cuando leo o escucho lo del compromiso, me acuerdo de aquella viñeta de Chumy Chúmez en la que un progre canónico observa con desdén a un grupo de desarrapados y dice: “A veces pienso que esta gente no se merece que me lea entero El Capital”. A Bustos sí le ha merecido la pena acercarse al colectivo –compuesto por individuos, no lo olvidemos– de las personas sin hogar porque estamos ante un periodista comprometido únicamente con su oficio al que no le es ajena ninguna de las realidades que le rodean.

Dice Jorge Freire en La banalidad del bien que la fábula de la cigarra y la hormiga sería verdadera si el mundo fuera una granja de insectos y la sociología fuera entomología. Pero en el mundo real la hormiga puede acabar en el paro y a la cigarra le puede tocar la lotería. En el CASI hay hormigas a las que no acompañó la suerte y cigarras que se pulieron el Gordo. Tipos que no están en riesgo de exclusión, sino que ya han sido excluidos, pero que no se quejan porque quejarse, dice Bustos, es un verbo progresista que sólo conjuga quien tiene resueltas las necesidades básicas.

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