Las bodas son cápsulas estancas de tiempo. Uno entra en otra dimensión espacio-temporal. Quizá si usted no tiene que escribir un artículo de opinión para el día siguiente no caiga en la cuenta. Pero yo (que les debo a ustedes este texto para hoy, y pasan las horas y no salimos de la celebración) lo percibo hasta físicamente.

No es sólo que no vaya a llegar a tiempo -ni en las mejores condiciones- al hotel para escribir la pieza (la boda es fuera de mi pueblo), sino que llevo doce horas de reloj desconectado de las últimas noticias. Doce o trece horas.

En una boda, sobre todo si lo es del querido primo pequeño de tu mujer, no se habla de la actualidad. Jamás de política con la familia política; por horror a la redundancia, entre otras razones. Se habla de los abuelos, de los parecidos físicos, psíquicos y morales, de anécdotas de hace sesenta años y también de los nietos y el futuro. Es la intrahistoria de Unamuno a su máxima potencia, regada con fino de jerez, si el camarero tiene el detalle, o, si no, qué remedio, con cerveza.

Aunque lo ideal sería que yo hablase de algo de política actual, ya sea nacional o regional o local, porque un periódico exige su tributo de sangre a la actualidad, no hay manera de enterarse de lo que haya pasado en las últimas horas. Es como si uno estuviese en una cámara de vacío flotante, llena de música, de alegría de encontrarse con los primos que hace un siglo, de ver cómo han crecido unos y cómo vamos cumpliendo años otros y de preguntarnos por la vida en general.

No sé si esto servirá para escribir una pieza muy periodística, pero sí que da para una reflexión. De lo mejor de una boda es conseguir esta cámara de vacío. Hay un asomarse a la eternidad -muy dentro de los cimientos de la vida- en este desatenderse del hoy por hoy, abismados en una celebración estanca. El amor eterno que los novios acaban de prometerse encuentra una transparente puesta en escena en dejar al pobre columnista absolutamente desconectado de la realidad horas y horas.

¿Qué ha hecho C Tangana en Toledo? ¿Qué habrá prometido ahora a los jóvenes Pedro Sánchez? ¿Y a ERC? ¿Qué excusas habrá balbucido la ministra Laya ante el juez? Todo esto me llega a través de un muro de música, besos, recuerdos, alegría de venos y deja ya el móvil. Hay días en que nuestro presente es refractario a la actualidad y le saca la lengua por encima del hombro. No son los peores días.

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