La Rayuela
Lola Quero
La fiesta de Alvise
Gafas de cerca
En nuestros aislamientos y de la mano de internet nos retratamos. Se dice que si quieres conocer a fulanito, dale un carguito... o un confinamiento. En esta situación surrealista -o sea, superrealista-, observar cómo se toma la cosa cada cual es una de las más nutritivas actividades de la jornada. Observarse a uno mismo ya es para nota alta, y en filosofía: yo y mis circunstancias. Hay quien embiste, luego existe, y ha hecho del arresto domiciliario una trinchera política desde la que lanza verdades, mentiras y sobre todo gotículas de cabreo hechas requesón de baja radiactividad: "Me voy a quedar a gusto", y dispara sus perdigones, siempre a los mismos. Hay quien ha vuelto a poner discos de Jethro Tull y Pink Floyd, y se lamenta por todo el tiempo que ha tenido confinadas a esas joyas de una música hoy impensable. Menganita ha aprendido a tocar cinco acordes a la guitarra de la mano de su padre, que a cambio se ha tragado todas las temporadas de La casa de papel, con su niña atenta a si sabe identificar a Nairobi o a Denver.
Zutano es el premio Nobel de la epidemiología que se perdió la ciencia. O es un virguero del Excel que juega con series temporales de muertes y contagios, con gráficos de colores que dan lugar a explorar el pasado, presente y futuro de la cosa: son como los que, para no intoxicarse, se hacen el pan en casa; actividad trendy, por cierto. Hay mulas del conocimiento impenitentes, que te proveen de información recién salida del horno, también sobre la cosa. Otros beben el triple, y hacen planes de comida como si fueran turistas: con manía. Otras más han decidido mandar al Diógenes que llevan dentro a los albañiles, y petan a diario los contenedores de su calle con libros, mesillas de noche y absurdos taburetes de baño, impresoras del XX, azogados espejos sin romper, cacharros digitales con menos futuro que la Falange (es un dicho gracioso, oiga, ¡esas gotículas!). Otros duermen tanto como mal, y sufren pesadillas justo antes de levantarse, a eso de las nueve. Quien suscribe se trabaja varias de esas actividades lúdico-reclusas.
Este es el momento en que otros fulanitos, los severos, estiran sus índices, por trivializar el mal, por no escribir sobre los muertos, sea la que sea la cifra exacta de los mismos. Por ser tan superficial y hasta cínico como para no dedicar cada oportunidad a los pequeños empresarios obligados a cerrar y quizá a perder su forma de vida. Por no dedicarme a cacerolear, aplaudir y de paso hacer de Dj Balconing y azote de vecinos. Pero cada uno se defiende a su manera.
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