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Tribuna cofrade

Salvador Gutiérrez Galván

Cuando volvamos a abrazarnos

Reconozco claudicar ante la nocturnidad de los cielos cuaresmales. Me fascina rebuscar, entre el suave movimiento de las nubes, la hondura de lo trascendental. Y me hago mil preguntas sobre Dios, tratando de encontrar respuestas en la fascinante litografía estrellada sobre mi cabeza. Todos los años por estas fechas me deleito con este momento personal. Y vuelvo a cuestionarme todo. ¿Cómo creaste esto? ¿Qué estrellas pintaron la noche de la Pasión? ¿Es el mismo cielo aquel que este que tengo ante mis ojos? Hablar con las noches precursoras al Viernes Santo es un diálogo indescriptible que sobrecoge, y desconozco los motivos, pero es así.  Sólo ella y yo aquí en esta vieja terraza para empatizar con la historia de la humanidad y la de mi propia existencia. Y a sólo unos días de la gran efeméride, esta noche extraordinaria me sigue desbordando. ¿Qué divisaba Jesús en este cielo, incomprensible en su oscuridad para mí?  También es la noche de mis pecados.

Bajo la mirada y reconozco que este año será distinto a otros. Nos hemos encerrado en nuestros hogares para caer en la cuenta de lo que nos hacía falta. Todos sentimos ahora la muerte como algo cercano, tan asumible que nos la ofrecen en una estadística diaria. Y sobre estas calles solitarias vuelve a caer la misma noche que todo lo apacigua. Una y después otra. Y así hasta la noche de la Cruz. Me pregunto  cómo y de qué manera volveremos a abrazarnos después de ver la luz. Deberemos  recordar que una vez admiramos a aquellos médicos a los que tantas veces faltamos el respeto. Deberemos recordar que una vez fuimos hermanos en la vecindad y dejamos a un lado el egoísmo. Deberemos recordar que una vez nos compadecimos de nuestros mayores y que jugamos con nuestros hijos como nunca lo habíamos hecho. Deberemos recordar que muchas familias se reagruparon ante el temor de una despedida inesperada. Deberemos recordar que el tiempo se detuvo y que a muchos les hizo  bien. Deberemos recordar que fuimos distintos durante esta  cuaresma confinada y que pudimos caminar en el sacrificio y la abnegación. Deberemos recordar que unos metros de balcón fueron kilómetros de esperanza. Deberemos recordar aquel río de solidaridad cuando volvamos a cronificar la prisa. Y sobre todo deberemos recordar siempre nuestra fragilidad, porque siempre estuvimos en manos de Dios. Sal esta noche  a tu balcón, hermano, y mira las estrellas, la luna, la inmensidad de un Dios que está a punto de morir…por ti.

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