Vía Augusta
Alberto Grimaldi
Anatomía de un bostezo
MUCHAS son las personas que hoy se preguntan cómo es posible que no dimita nadie a pesar de escándalos como el de las prejubilaciones falsas y el 'caso Gürtel', que salpican de lleno a PP y PSOE, y sobre todo cuando vemos que en Alemania, sin ir más lejos, los ministros se van a su casa por el simple hecho de plagiar a un autor sin citarlo. Cuesta recordar que hay honrosas excepciones por aquí, pero existen y vayan por delante. Por ejemplo, hace ya 8 años que dimitió José Borrell como candidato a la presidencia del Gobierno. Su partido intentó convencerle para que no diera el paso, pero Borrell no cedió y renunció precisamente para no perjudicar a las siglas, en vísperas electorales, por sus relaciones con ex colaboradores suyos en el Ministerio de Hacienda, imputados en una investigación judicial por presunto fraude fiscal. Sobre él no pesó acusación alguna, pero se borró. Y más recientemente, el 'dos' del PSOE andaluz, Rafael Velasco, también dimitió por las ayudas que había recibido la empresa de su mujer para la formación. Pocos han seguido los pasos de ambos y el problema es que lo asumimos con naturalidad pasmosa, apenas nos quejamos en la barra del bar. Como si dijésemos, sacando pecho, ¿pues no se acuñó aquí mismito la expresión 'cultura del pelotazo'? ¿Entonces, de qué nos vamos a extrañar, no? Bien. ¿Hasta qué punto el ciudadano de a pie y todos en general somos responsables? Queremos buenas carreteras y que los médicos especialistas nos atiendan al día siguiente; colegios con tecnología punta y una Justicia diligente... Bienestar social, sí. Sin embargo, miramos más de lo que sería deseable para otro lado -no todos, por supuesto- cuando alguien se jacta en público de conocer a algún político que le ha recogido el currículo de su hermano. O peor aún, le pedimos el teléfono del político, qué más da uno que dos. ¿Y qué hacemos cuando nos enseñan la última triquiñuela para defraudar a Hacienda? A muchos les da la risa floja. Y lo peor es que si alguien se pone serio en estas reuniones también lo critican: algo ocultará. La semana pasada el ministro japonés de Exteriores dimitió y pidió perdón al pueblo por recibir una donación ilegal de 453 euros. Aquí a un político se le ocurre pensar en voz alta que piensa en renunciar por algo parecido y la mayoría de su grupo y entorno le dirá que si se ha vuelto loco. Que son 2 trajes, como si son 200. Aguanta. Que son 4 ó 5 golfos prejubilados por la cara, como sin son otros 200. Por supuesto todo esto cala y hondo. Se ve en las encuestas donde se refleja la nula credibilidad en las instituciones. Gratis del todo no le sale al político español, conste en acta. El responsable nipón de la diplomacia pidió perdón por crear "desconfianza en la política". Aquí tendrían que dimitir muchos más para recuperarla.
También te puede interesar
Vía Augusta
Alberto Grimaldi
Anatomía de un bostezo
Jerez Íntimo
Marco Antonio Velo
Jerez, 1963: Jerónimo Albuín, Beltrán Domecq, Javier López de Carrizosa y Agustín García-Mier
La ciudad y los días
Carlos Colón
La UE y el aborto: sin conciencia
El mundo de ayer
Rafael Castaño
Gustavo Faverón no existe
Lo último