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TIERRA DE NADIE

Alberto Núñez Seoane

"Envasados al vacío"...hacia el infierno

Mar de residuos plásticos.

Mar de residuos plásticos.

Fue una revolución, en toda regla. El descubrimiento del plástico para su uso doméstico cambió nuestro modo de vida. De repente ya no hacían falta las pesadas botellas de vidrio, que había que devolver para que fuesen lavadas y puestas de nuevo en circulación; ni platos, cubiertos o vasos, antes de loza, cristal o porcelana, ahora podían ser de plástico; tampoco cajas ni envoltorios; sillas, mesas, utensilios y muebles cambiaron la madera de la que estaban hechos por el plástico; piezas de automóviles, herramientas y electrodomésticos sustituyeron el acero o aluminio también por plástico; tapicerías, calzados y prendas de vestir añadieron al lino o algodón, variedad de fibras sintéticas… de plástico.

Ligero, irrompible, 'higiénico', duradero y… muy barato: era el material de moda, irreemplazable.

Como saben ustedes, el plástico se obtiene del petróleo, patrón durante mucho tiempo insustituible –aún lo sigue siendo- como 'alimento' de un mundo financiero depredador e insaciable.

El plástico aumentaba la rentabilidad del barril de petróleo, oro líquido para los países productores y los que poseen la tecnología y capacidad económica para refinarlo, distribuirlo y colocarlo consiguiendo brutales beneficios, un mercado ávido de novedades y enfermo de un consumismo enloquecido hizo el resto: el plástico formaba parte de nuestras vidas, era cuestión de tiempo que su 'invasión' descontrolada lo convirtiese en el mayor problema medioambiental que hoy nos amenaza.

¿Pueden ustedes creer que no hubiese certeza, hasta ahora, de lo que los desechos plásticos están haciendo con el Planeta?, ¿pueden pensar, por un momento, que la tecnología de la que disfrutamos, los miles de satélites que giran noche y día alrededor de la Tierra no hubiesen localizado, hace mucho tiempo, varias 'islas', cada una del tamaño de Suiza, que flotan en los océanos de nuestro mundo? Evidentemente, no. Si no se ha dado la voz de alarma ha sido porque no interesaba hacerlo. Las cuentas corrientes de las multinacionales necesitan vender y vender y vender; y el plástico se vende.

Fue gracias a la, para mí muy temida, globalización que el problema ha saltado a la primera página de periódicos e informativos. Fotos, documentos, vídeos tomados y subidos a redes sociales por turistas, cada vez en mayor número y en cualquier sitio; o por viajeros de tierra, mar o aire; o por nativos de lugares afectados, cerca de ríos por los que baja más plástico que agua, en sabanas cubiertas de bolsas, en montañas a las que han llegado todo tipo de recipientes y restos sintéticos; o por habitantes de ciudades en las que 'conviven' con vertederos en los que se amontonan miles y más miles de toneladas de residuos; o por pescadores y navegantes que encuentran peces y cetáceos con sus estómagos embotados de despojos plastificados, focas, tortugas o delfines atrapados en los restos asesinos de redes plásticas -indestructibles por cientos de años-… Información que no ha podido ser ocultada, ni negada, ni siquiera discutida.

El gran problema es cómo arreglar, o al menos reparar en parte, esta inabarcable tragedia que se nos viene encima. Se pueden prohibir las bolsas de plástico –lo que se está haciendo es cobrar por ellas-; se pueden llegar a prohibir las botellas de plástico -¿lo harán…?-; habría que prohibir también las envolturas plásticas en carnes, verduras, hortalizas, pescados, pizzas, embutidos, productos de higiene personal y limpieza, utensilios, herramientas -¿lo harán…?-; habría que controlar todas las piezas y componentes de plástico que se utilizan en la industria para que, una vez desechados, fuesen reciclados en su práctica totalidad -¿lo harán…?-.

Pues aunque todo esto se llevase a cabo, cosa que no me cabe la menor duda de que no se hará, seguiríamos teniendo la mayor parte del problema sin solucionar, ¿por qué? Porque tendríamos que cambiar el mundo en el que vivimos para poder hacerlo.

En este momento, por ejemplo, en este preciso momento, hay cientos de millones de lavadoras cumpliendo la función para la que están hechas: lavar ropa. La gran mayoría de las prendas que usamos tienen fibras sintéticas. El agua cliente y los detergentes liberan millones de pequeñas partículas de fibras, eso que ahora llamamos 'microplásticos', que, con el agua residual, se vierten a las alcantarillas.

Llegan a depuradoras que no los eliminan y terminan en los océanos infestando sus aguas, las aguas de las que se sustenta el plancton, que a su vez, siguiendo la cadena trófica, nutre a todos los organismos que allí viven, parte de los cuales nos alimentan a nosotros. El problema nos supera, el desastre no tiene solución, al menos no la tiene ni a corto ni a medio plazo.

¿Quién sabe los efectos, de todo menos buenos, que lo que estamos comiendo tendrá sobre todos nosotros… Acabaremos prematuramente “envasados al vacío”, en lugar de en un ataúd, enterrados en el vertedero en el que hemos convertido al planeta Tierra. PD: Gracias por las fotos, Paco.

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