Vía Augusta
Alberto Grimaldi
Anatomía de un bostezo
EN los últimos años los escolios de Nicolás Gómez Dávila han sido fuente de inspiración para esta columna. Los hemos citado literalmente, los hemos parafraseado, glosado, ampliado y resumido; los hemos aplicado a otros asuntos e incluso los hemos exagerado. Escribir, que es pensar en voz alta, tiene momentos apasionantes como premio a la dedicación continua y virtuosa. El escolio es una especie de glosa añadida a un texto como comentario aclaratorio. Gómez Dávila escribió los suyos, recogidos en libro luego para el lector inteligente, sin que existieran escritos previos, invitando a otros a la empresa de escribir los inexistentes textos glosados, tarea ingente, pues de algunos, como el que sigue, se podrían elaborar tratados en varios tomos de regular tamaño: "La dignidad del hombre no está en su libertad; está en la clase de restricciones a su voluntad que libremente acepte." O este otro, resumido, sobre el mismo asunto: Las libertades son recintos sociales donde el hombre se mueve sin coacción alguna; la Libertad es un concepto en cuyo nombre una secta impone sus ideales de conducta.
Como nos ha pasado con otros autores, Marco Aurelio o Gracián, por ejemplo, una vez conocidos los escolios de Gómez Dávila ya no nos volvemos a separar de ellos. Hay lecturas que crean dependencia voluntaria porque nos hacen distintos y mejores. El momento delicado que vivimos en España y el pensamiento muy extendido, aunque no mayoritario, de que democracia es igual a izquierda y, por tanto, sólo la izquierda tiene derecho y está legitimada para ganar elecciones, nos ha inclinado a volver a Goméz Dávila: "Lo que aconseja renunciar a las opiniones progresistas y atrevidas es que tarde o temprano el tonto las adopta." También hay en nuestro ánimo un deseo de advertencia, no didáctico: "El liberal cree no tener enemigos a la izquierda, cuando sólo a la izquierda tiene enemigos." Lo decimos para no confiar demasiado en que la izquierda, o lo que aún se llama así, sea leal a España y no siga desde la oposición, como hizo desde el gobierno, falseando el pasado para proponer el futuro.
El pueblo no es tonto, sabe lo que tiene que saber para su orden de la vida diaria, pero la plebe es ignorante y maliciosa, corre tras lo que suena y es crédula, su pensamiento es débil y se deja llevar por la corriente y la inercia ideológica. La plebe es la más proclive a dejarse convencer de que la izquierda es la buena, le dará todos los caprichos y la elevará a los más altos tronos a cambio de ningún esfuerzo por su parte. Nos avisa Gómez Dávila: "Le basta al gobernante actual proclamarse de izquierda para que todo le sea permitido y perdonado." Tanto es así, que puede ser perverso y felón y permitir a los etarras, que se dicen de izquierdas, acceder a las instituciones: "Los asesinatos políticos son lícitos hoy, siempre que el asesino sea de izquierda." No diremos que no nos han prevenido.
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