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En tránsito

eduardo / jordá

Espíritus animales

ES una lástima que la convulsa actualidad política no nos haya permitido prestar más atención a Teresa Romero, la auxiliar de enfermería que consiguió salvarse del ébola y que ya ha podido volver a su casa después de haber estado un mes al borde de la muerte. Ante todo, porque Teresa Romero es una empleada pública que se prestó voluntaria a realizar una tarea muy peligrosa en unas condiciones de incertidumbre y de precariedad absolutas (¿se imaginan a Rajoy haciendo algo así, o al estirado Artur Mas, o al orondo Oriol Junqueras, o incluso a los "descastados" líderes de Podemos?). Y además, porque Teresa Romero lo hizo en un momento en que los empleados públicos como ella están trabajando con los sueldos recortados y en circunstancias muy difíciles, ante el desprecio o la indiferencia de unos responsables políticos que sólo buscan rentabilidad o propaganda, o las dos cosas a la vez.

Pero hay otro motivo más. En un país que no tiene apenas personajes públicos que hayan dado muestras de ejemplaridad en la conducta, Teresa Romero ha demostrado que se pueden hacer las cosas de otra manera, por conciencia del deber y por el simple deseo de asumir un riesgo por el bien de los demás. Y eso, en España, es una noticia mucho más asombrosa que el hallazgo de un libro de poesías de César Vallejo en la biblioteca de Mariano Rajoy. El economista Keynes, en 1936, dictaminó que había unas motivaciones psicológicas que hacían que la gente corriente sintiera confianza en sus propias fuerzas y un cierto optimismo ante el futuro. Keynes llamó "espíritus animales" a esas motivaciones que creaban la confianza suficiente en la población para hacerle creer que las cosas podían ir mucho mejor, aunque en aquel momento estuvieran yendo muy mal. Y decía que si no actúan esos espíritus animales, una sociedad entraba sin remedio en un proceso depresivo -económico y social- del que era muy difícil que se repusiera.

Y ahí es donde aparece de nuevo la importancia de Teresa Romero. En esta sociedad de conductas irresponsables y de escaqueos generalizados, donde todo el mundo exige y nadie quiere dar nada -y donde apenas tenemos motivos para la confianza o el optimismo-, nos hace falta saber que hay gente como ella, y como el equipo médico que la atendió, trabajando en un organismo público que está al servicio de todos. Y si fuésemos una sociedad sana -que no lo somos-, ya habría un hospital o una escuela de enfermería que llevase ese admirable nombre.

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