¡Estefanía!

El problema está en que parecemos dispuestos a creernos a pie juntillas cualquier vídeo viral

De pronto, en medio de la noche, empezaron a sonar alaridos desde diferentes balcones. Muchos vecinos nos fuimos asomando para ver qué ocurría, y cuando comprobamos que no parecía nada grave fuimos cerrando las ventanas sin entender demasiado. Al día siguiente se fue aclarando el suceso: en un reality de la televisión un chico gritaba el nombre de su chica, de isla a isla, por una cuestión de infidelidad o algo parecido. El incidente se convirtió en viral y se fue replicando en diferentes programas, en los carnavales de Cádiz, en la Gala de los Goya y, por supuesto, las redes sociales, con cientos de memes parodiando el momento.

El formato del programa absurdo, y el incidente en sí aún más. Pero da igual: la "viralidad" es un fenómeno transversal, el detonante puede ser un chico desconocido en una isla gritando "Estefanía", pero también un rey en una cumbre de mandatarios, exclamando un "por qué no te callas". La viralidad es un concepto relativamente nuevo, fruto de una sociedad hiper-conectada, de una sociedad hiper-inmediata. Todo es global y todo es ahora. Nos podemos poner nostálgicos y tal. Pero vamos a tener que aprender a convivir con la viralidad, porque no parece que vaya a ir a menos.

Tiene consecuencias. La viralidad puede acabar, y lo ha hecho, con la reputación de cualquiera. Y con la vida: hay retos virales incitando al suicidio a adolescentes. Pero tal vez la peor consecuencia de la viralidad es que no necesita ser "veraz". Da lo mismo que lo que se viralice sea cierto o no, puede ser un descarado montaje, una mentira evidente, lo importante es que sea viral: esa es su verdad. Si somos conscientes del engaño no hay problema, puede resultar incluso divertido, un teatrillo más en este mundo global.

El problema está en que parecemos dispuestos a creernos a pie juntillas cualquier meme o vídeo viral, por el simple hecho de serlo. Como si esa capacidad de colarse en los móviles de millones de personas lo hiciera más "verdad", más real. Y tanto las empresas como los políticos están dispuestos a usar la viralidad para hacernos consumir determinada cosa o pensar determinada otra. Lo dicho: si somos conscientes del engaño no hay problema. Pero si no es así, tenemos un problema grande para sobrevivir en este mundo moderno. Porque estaremos a merced de cualquiera que pueda colarse en nuestro móvil. Y, paradójicamente, le damos permiso para entrar en nuestro móvil al primero que pasa por nuestra puerta.

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