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Tierra de nadie

Alberto Núñez Seoane

Incoherencias demoledoras

Escribía la semana pasada sobre el “decir” o “no decir”. Me refería a las circunstancias que me influyen al tomar decisiones respecto a los temas que abordo en los artículos; al ánimo con el que te sientas delante del teclado y con el que terminas cuando te levantas.

Los años no pasan en balde: aunque la voluntad persista, la esperanza se desgasta y la ilusión, algo desencantada pero siempre ansiosa, te invita, o te empuja, a tomar caminos distintos; cuestión esta que, dado lo efímero de nuestro tiempo, no es ni absurda ni siquiera baladí.

Y, sí, creo que lo voy a hacer: voy a cambiar de tercio. No cesan “invitaciones”, de todo tipo y pelaje, para que lo haga; sugerencias de amigos, recomendaciones de conocidos, consejos bien intencionados de profesionales y, por encima de todo, la triste, contundente, frustrante y desoladora realidad. Es esta, la realidad cotidiana, la que me hizo sonrojar, una vez más, hace escasos días: fue por el asunto del recién inaugurado hospital de Madrid.

La experiencia y los hechos de los que he sido testigo me han obligado a tomar conciencia de la degradación que ha sufrido la condición humana en la gran mayoría de los integrantes de la actual clase política -dirigente, opositora o aspirante- en este nuestro país: España. Tierra de cultura e Historia; de hazañas incomparables e irrepetibles heroicidades; tierra sabia, de profundas raíces prendidas en tiempos a los que la memoria no alcanza; cuna de hombres y mujeres de excepción, modeladores de un acervo en el que honor, dignidad y lealtad protagonizaron algunas de las páginas más hermosas jamás escritas.

En tiempos de pandemia, con cerca de 100.000 muertos -probablemente, desinformación oficial al margen, estamos muy cerca ya de ese terrible número de fallecimientos-, no hace falta un hospital para pandemias. Esto es lo que, con su actitud, viene a decir el gobierno que nos desgobierna y toda esa izquierdona boba -dijo Alfonso Guerra-, falsaria, canalla y despreciable -lo digo yo-.

Hacía unos días se inauguraba otro hospital en Toledo; en esta ocasión, como el alcalde -alcaldesa en este caso- es del PSOE, se celebra como debe ser: felicitaciones, presencia de altos cargos, ministros… ¡perfecto! Un nuevo hospital siempre es motivo de júbilo y enhorabuena, por todos y para todos. Pero en el caso de Madrid, como la presidente de la Comunidad es de la oposición -el PP en este caso- y el alcalde también, no sólo no va nadie relevante, es que, a los responsables, en lugar de palmadas en el hombro, les atizan guantazos en la cara y clavan puñaladas por la espalda. De las bofetadas se encargaron los izquierdosos mustios e hipócritas de turno, de las cuchilladas traidoras, un especialista consumado: el ínclito vicecomesopas del gobierno: Iglesias.

A Isabel Ayuso le llueven críticas, descalificaciones e insultos… por hacer lo que hace meses le echaban en cara los mismos que la ponen hoy a caer de un guindo: ¡faltan hospitales, faltan medios, falta personal, falta inversión en la sanidad pública…!, gritaban y reclamaban. Ayuso construye en tiempo récord un fantástico hospital PÚ-BLI-CO, especializado en pandemias, modelable y adaptable a cualquier otra necesidad, con capacidad para 1.004 camas, 36 UCIs y 24 unidades de cuidados intermedios, en el que trabajarán 600 profesionales y con un costo de 100 millones de euros -con el dinero “distraído” de los EREs en la Andalucía de Chaves, Griñán y Díaz, se hubiesen podido construir seis y tres ambulatorios-. Pues bien, todo esto, según comunistas, bolivarianos, bolcheviques y los de la izquierda boba de D. Alfonso, es un despropósito inútil y una simple excusa para salir en la foto, una puta mierda, vamos; es más, hasta le mandan a la inauguración a catorce mamarrachos, instruidos y subvencionados, con tres pancartas y media, para deslucir y reventar el acto… “Cosas tenedes, que farán fablar las piedras”, dijo Alfonso VI para que lo podamos repetir hoy.

Todo esto, lo que me produce es una repugnancia que termina en asco supino; luego, me invita a la reflexión. Y la reflexión me dice que es inaceptable lo que nos está sucediendo. Inasumible, porque no hablamos de opiniones, ni de política, tampoco de ideologías; hablamos de vidas, de la existencia de personas que pueden no estar mañana. Utilizar, a favor o en contra, medios que pueden suponer la muerte o la vida de un ser humano, da a entender que se ha alcanzado el límite de lo permisible, sencillamente porque quien lo está haciendo nos ha enseñado, con meridiana claridad, que su enfermiza ansia de poder se va a imponer por encima de cualquier principio, valor, consideración o sentimiento; incluso por encima de la vida de las personas.“La suerte está echada”, dijo Julio César; el Rubicón que tenemos delante es el tiempo que este gobierno, apocalíptico por caníbal, y los que por una razón u otra lo apoyan, estén instalados en el poder y sus aledaños.

La incoherencia, absoluta y denigrante, de la que Sánchez y sus huestes hacen gala, terminará por demoler los cimientos de una democracia falta de libertad.

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