Jerez íntimo

Marco Antonio Velo

marcoantoniovelo@gmail.com

Jerez: sobre una cama de hospital

Sucede en Jerez, cuando un clima de tregua atesora el contrarreloj del tiempo.

Sucede en Jerez, cuando un clima de tregua atesora el contrarreloj del tiempo.

Alfa: Sucede en Jerez, cuando un clima de tregua -de impaciente espera- atesora el contrarreloj del tiempo. Lamiendo a ciegas el zarandeo de lo imponderable. Cuando la regencia de la expectación, de la expectativa, derrama lágrimas de sal sobre el rostro de quienes lloran bajo un signo de anonimia, de anonimato. Las incertidumbres -con su carencia de certezas- son como las horas: todas hieren. Como la lanza de un templario en algún lugar fuera del mundo. Sobre una cama de hospital duerme su sueño de pétalos celestes un ángel en versión femenina. Parece un lienzo de prematura textura. Como el pincel recostado de Murillo. ¿Cuándo despertará? Sólo Dios de melenas negras lo sabe. Existe en derredor un clima de desasosiego y rezos sucesivos como los interrogantes de tantas preguntas ahora sin respuestas. Sin ningún fundamento, sin ninguna espesura, pero con muchas derivas. 

Un mal sueño, una pesadilla convulsa, in ictu oculi. La joven parece una princesa de sonrisa interior, como los latidos de un endecasílabo. La madre, hecha añicos, pide a la Madre: Dios te salve, María, llena eres de Gracia… El dolor tiene las manos atadas, como quien que pisa descalzo la magnitud de cada Miércoles Santo con promesas que suenan por bulerías. La chiquilla es tal una rosa intocable, como así decían los viejos escritores de la Semana Santa, a la que esta muchachita, hoy de párpados entornados, tanto adora por legado y enseñanza de sus progenitores. Pregunten, si no, por la Ermita de San Telmo y por las callejuelas que convergen a la iglesia de Santiago. La bella durmiente según esta ciudad cuya férula ansía un desenlace de retina abierta -como las aguas del Mar Rojo ante el magisterio de Moisés-.

Alguien, un cofrade cualquiera que actúa por experiencia propia, compra este pasado sábado una estampa de Quien Todo lo Puede en la tienda de recuerdos de la basílica que alza su colección de milagros en la sevillanísima Plaza de San Lorenzo, que lo es a su vez de niños juguetones y llamadores de ángeles. Una estampa en blanco y negro que es confluencia simultánea, como diría el poeta, “de un mundo recuperable”. Una estampa con destino Jerez. Con destino a las sábanas de una cama de hospital. Rondan destellos de luz por dentro de las últimas madrugadas. Luz de un nuevo despertar, como el amanecer de cada día del Señor. Sí… ¡ya veréis cómo sí! Un beso gigante para Marga y Antonio.

Beta: Por obligaciones de fuerza mayor -que me sostienen en la capital hispalense- no puedo asistir al Pleno Extraordinario de Hijo Predilecto a título póstumo de esta Muy Noble Ciudad a favor del amigo Luis Gonzalo González González. Luis Gonzalo siempre soñó con este nombramiento. De manera más acusada durante los años previos a su fallecimiento. Rememoro con fotográfica nitidez cuando, a tal fin, nos reunió a tres amigos en una reservada mesa del bar Juanito. Se sinceró destilando humildad y veracidad a partes idénticas. Con la connatural simpatía de la que hacía gala como rasgo innato de su temperamento. Luis era tal cual se mostraba. Me enorgullezco de innumerables reflexiones, pensamientos, quizá alguna revelación inédita que Luis quiso trasladarme en largas tardes de café y gestos cómplices. Esto lo sabe bien su encantadora viuda María Teresa García Nergrotto, a quien Luis adoraba y por descontado sigue adorando desde ese lienzo de plata y trazos decisivos en el que Luis habita como la rima en el verso. ¡Muchísimas gracias, María Teresa, por tu última -siempre penúltima- carta manuscrita, tan rebosante de emociones! Luis manejaba a las mil maravillas un sexto sentido para detectar el talento ajeno. Recuerdo cuando me hablaba por ejemplo del Juan Carlos Aragón profesor de la Escuela de Artes y Oficios de Cádiz. ¡Sus palabras -que ojalá hubiesen quedado escritas- sí que fueron -al menos a mis oídos- filosofía pura de la concordia que toda admiración y toda libertad exigen! Luis: un grande entre Cádiz y Jerez, siempre con billete de ida y vuelta…

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