La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Judicializando la política

Se podrán quemar el retrato del Rey o la bandera nacional, pero irá a los tribunales quien apalee el monigote de Sánchez

Se han lucido PP y PSOE con sus últimas iniciativas jurídicas. Los populares plantean una reforma del Código Penal para disolver partidos independentistas. Los socialistas, que los tribunales castiguen con severidad a los mamarrachos que apalearon un monigote simbólico de Pedro Sánchez en su aquelarre de la Nochevieja ante la sede de Ferraz. Dos desmesuras.

Al PP hay que recordarle que nuestra Constitución no consagra una democracia militante y que admite la defensa de cualquier idea y la legitimidad de cualquier proyecto político a condición de que se promuevan sin violencia y con respeto a las ideas y proyectos diferentes. Esto lo ha dicho muchas veces el Tribunal Constitucional. Parece mentira tener que repetir ahora que los secesionistas catalanes indultados y los próximamente amnistiados no fueron condenados y procesados, respectivamente, por sus ideas independentistas y antiespañolas, sino porque cometieron delitos graves. En España no se persiguen las ideologías, ni siquiera aquellas que buscan prohibir todas las demás, y está bien que así sea, muestra fortaleza y calidad democrática.

Al PSOE, por su parte, lo que hay que recordarle es su desmemoria. Ya es una constante: cada vez tarda menos tiempo en cambiar de opinión. El 29 de diciembre dio vía libre a una propuesta de sus socios y amiguitos para despenalizar las injurias a la Corona, la quema de la bandera nacional o el ataque a los sentimientos religiosos. Tres días después se dispusieron a denunciar por delito de odio a los que apalearon al muñeco con la figura del presidente del Gobierno, que ya hay que ser raro, fanático o amargado de la vida para pasar las uvas de la Nochevieja participando en una ceremonia tan friki.

Hay un doble rasero en esta actitud. El PSOE de Sánchez nunca ha condenado la agresividad verbal o teatral contra sus adversarios, incluyendo los escraches, y se dispone a aceptar que la quema de un retrato del Rey o la bandera de España no sean ya delitos –por cierto, personalmente me parece bien el cambio–, y a la vez pretende que se juzguen por incitación al odio las pataletas inaceptables y antidemocráticas de un grupo de exaltados sin cerebro.

Los ministros salieron, de nuevo, en tromba de papagayos exigiendo el verdadero objetivo de este ejercicio de victimismo: que el PP condene el esperpento de la Nochevieja. ¡Pero si ya lo había condenado!

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