La esquina
José Aguilar
¿Gobernar sin el Legislativo?
Jerez/Perdona, querido Fermín, que me apropie sin tu permiso del título de tu columna publicada en este Diario el pasado 4 de mayo, pero no encuentro ni mejor definición ni mejores palabras que las que tú dedicas a aquella promoción de los locos de letras y, sobre todo, a los profesores (José Ignacio Laita, Antonio Pacheco, a los que añadiría Fernando López), que fueron para nosotros los verdaderos referentes académicos, los que nos enseñaron con su ejemplo permanente y diario lo que iba a ser desde aquellos tan recordados cursos una de nuestras razones de vida: el amor a la cultura y a los libros.
Como bien dices, nos sentíamos tan locos como privilegiados en nuestro colegio El Pilar, porque disfrutábamos de una complicidad con los profesores que no tenían nuestros compañeros de Ciencias, pues eran como clases particulares. Tu columna me ha despertado un sinfín de recuerdos: los libros que tradujimos de ‘La Eneida’; aquellos ejercicios de cien versos de la obra de Virgilio sin diccionario que nos ponía el padre Laita; la primera vez que escuchamos hablar del “Nouveau roman” fue al incombustible y siempre culto padre Pacheco; las traducciones griegas de Fernando López…
Ellos fueron sin duda nuestros mentores, nuestros guías en este maravilloso mundo de las letras, al que nos hemos dedicado en ese intento por reflejarnos en el espejo que ellos fueron para nosotros. La exquisitez, la elegancia, el respeto, el rigor, el amor de estos profesores hacia su profesión y hacia sus alumnos han sido siempre el referente de todos aquellos que después nos hemos dedicado a la enseñanza. He leído con enorme tristeza tu columna en memoria del padre Laita, más cuando a principios del próximo mes de junio vamos a celebrar el 50º aniversario de la promoción de aquel COU, una conmemoración excelente para disfrutar de nuevo de nuestros profesores.
Con José Ignacio Laita, con el padre Laita se va una buena parte de lo que toda la vida hemos aspirado a ser: un buen y querido profesor, porque ellos nos enseñaron a respetar y amar la cultura y la docencia. En el empeño por conseguirlo seguimos. Él sin duda desde allá arriba nos seguirá alumbrando. Descanse en paz.
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