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La nicolumna

nicolás / montoya

Libros de historia

ANDAMOS enfrascados en luchas vacías de contenido, a pesar del calor que hace. Lo del cuarenta de mayo ha significado un cambio de circunstancias. Ahora resulta que todo el mundo es del Atlético de Madrid, del Jerez FC, de los de Podemos y republicano de toda la vida. Es lo que tiene ser capaz de aparentar ideales enraizados cuando en realidad solo se trata de una aproximación espúrea a la novedoso, a lo que está de moda o a la fuerza sinsentido de las redes sociales. Un vuelco real a las estructuras de tantos siglos que conlleva que tanto afán por el esnobismo llama la atención. Tanta capacidad de cambiar de rumbo como veletas masacradas por el viento conlleva falta de criterio. Nuestro vacío espiritual conlleva que los detalles de nuestra vida se retraten de forma caricaturizada en un santiamén. O la ilusión de las novedades nos ciega o es que poca gente tiene claras las cosas.

Es un momento histórico. Es verdad que nuestras generación nunca había convivido como ahora en un extraño limbo, del que no sabemos si tenemos la suerte de estar viviendo en una república independiente, si estamos asistiendo a la primera regencia del siglo veintiuno que aparecerá dentro de unos lustros en los libros de texto de historia reciente o estamos en una monarquía parlamentaria enfriada en el congelador y con aires de nostalgia dieciochesca. Estamos huérfanos de papas de toda la vida, estamos sufriendo la dictaduras de los gobiernos recortadores, la pérfida guillotina de los aires renovadores de los cuatro puntos cardinales, y todo ello, por culpa de las pocas ganas de ser serios.

Ante esta llamarada de movimiento nacional, parece que los nervios han aflorado por todas partes. La calma es una sobredosis que no parece correcta y el calor de la gente está sirviendo para aparentar un fuerza social fuera de tono. En realidad, es más de lo mismo. La historia se repite. Los pueblos se califican por sí solos. Pero la serenidad debía tener mayor protagonismo.

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