La Rayuela
Lola Quero
La fiesta de Alvise
EL Informe PISA, considerado por los expertos como el instrumento más idóneo para medir el nivel educativo de un país, viene arrojando sombras sistemáticamente sobre la enseñanza en España. El correspondiente al año 2009, que se hizo público ayer, revela, tras haber sometido a las pruebas correspondientes a 27.000 alumnos españoles de 15 años, que el peor momento de la educación nacional se pasó en 2006 y que desde entonces los resultados han mejorado levemente, pero que España sigue distanciada de la media de la treintena de naciones integradas en la OCDE. Y lo está en los tres parámetros utilizados para baremar los conocimientos y competencias básicas del alumnado: lectura, matemáticas y ciencias, es decir, los tres instrumentos nucleares para que el joven salido de las aulas pueda manejarse mínimamente en el mundo contemporáneo. No es extraño el balance si se tiene en cuenta que el 36% de los chicos examinados para el PISA eran ya repetidores de curso en el momento en que realizaron las pruebas, y se conocen las altas cifras de abandono escolar. Y si la media española es inferior a la media de la zona desarrollada, la media andaluza también sigue ubicada por debajo de la española, en unión de comunidades como Baleares, Canarias y Murcia. Da la impresión de que la Junta de Andalucía, que ayer expresó su convicción de que la mejora experimentada ha sido lenta y escasa, no termina de comprender la gravedad de una situación que empobrece a las familias andaluzas y que compromete objetivamente el futuro de la región. El discurso oficial del presidente Griñán subraya la trascendencia de la educación y la formación como la mejor inversión que puede hacer la comunidad autónoma, pero el discurso va por un lado y la realidad por otro. Andalucía no necesita leves retoques a su sistema de enseñanza, sino un auténtico golpe de timón que imponga una política educativa basada en el esfuerzo y el mérito, refuerce la autoridad del profesorado, implique a las familias en la formación de sus hijos y embarque a la sociedad entera en una movilización global por una enseñanza de calidad.
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