Vía Augusta
Alberto Grimaldi
Anatomía de un bostezo
HE estado dudando cómo titular este artículo: si como reza en el encabezamiento o, sencillamente, África. Porque ha sido el reciente fallecimiento de África Pérez Serrano (q.s.g.g.), que fue la esposa de José María Pemán, hijo del ilustre escritor gaditano, lo que me ha llevado a esta reflexión sobre mujeres ejemplares.
África era hija del eminente catedrático de la Universidad Complutense Nicolás Pérez Serrano, que impartía en la Facultad de Derecho de Madrid la asignatura de Derecho Político (¡ojo!, no confundirle con esos profesores interinos, honoríficos o eventuales -no sé bien cuál es su rango académico- que han formado un partido político, que según las encuestas es, en este momento el preferido por los españoles para que nos gobiernen). Como de tal palo tal astilla, África tenía una inteligencia privilegiada, cursó sus estudios con el mayor aprovechamiento y podía haber aspirado a cuanto se propusiera. Pero ella prefirió ser madre y esposa y en ese empeño alcanzó metas que no hubiere alcanzado en las profesiones más exigentes. Como madre, dio luz a siete hijos, y empezando por las niñas, porque Afriquita es la mayor, ésta se ha consagrado a Dios y ocupa en su congregación los puestos más relevantes; las otras dos, amas de casa y madres, son un modelo de trabajo, belleza y simpatía. En cuanto a los varones, una cruel enfermedad le arrebató en la flor de la vida a Kolia y su consuelo era que Dios no le podía dar un pleno de felicidad con sus hijos, porque también los otros tres varones son trabajadores y hombres de bien.
Hoy el papel de la mujer se realza y tienen grandes adhesiones los movimientos feministas, dirigidos a que el sexo femenino tenga en la sociedad un papel y unas oportunidades equivalentes a la de los varones. Y esto es algo encomiable, porque es propio de una sociedad moderna y civilizada, aunque nos empachen con tantas "listas cremallera" y se pasen con lo de "jóvenes y jóvenas". Pero es curioso que los movimientos feministas se olviden de enaltecer a la mujer en su papel fundamental, porque en él tiene la exclusividad: ser madres. Así le ocurrió a África, desempeñando la maternidad con una perfección inigualable, enseñando a sus hijos a educarse en la fe de sus mayores, en la honestidad y en el trabajo diario. Para todos los que la hemos conocido y tratado ha sido un gran ejemplo.
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