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Nigromancia digital

Mauriac decía que la muerte no nos roba los seres amados. Al contrario, nos los inmortaliza en el recuerdo

Que la muerte no es el final es un consuelo que envuelve con vigoroso canto a los caídos en la batalla. Sin haberla cantado yo nunca, aunque pareciera por habérsela escuchado tantas veces a los Ejércitos, me ha venido al recuerdo este lamento ante el turbador incremento de familias que, al menos en China, se han rendido a la debilidad del sentimiento ausente de valor por “resucitar a sus muertos”. Si lo llevara a cabo solo una única persona, como podría ser Tino Bao, un taiwanés muy famoso en el gigante asiático, la palingenesia cabría dentro del cofre de los locos cerebros donde se guardan puntuales irracionalidades. Pero ya se da la circunstancia de que se cuentan por cientos, más de 600, las familias que han hecho uso de lo que se denomina como “nigromancia digital”. Delata el inquietante interés ante la probada existencia de fábricas, como la Súper Brian, dedicada a clonar a tu familiar fallecido, basándose en aquellos vídeos, mensajes de voz y fotografías que se quedaron muertos tras su último latido. Los móviles se convierten en nuestros diarios leídos post mortem por aquellos osados familiares que descubren tu vida cuando tú no puedes proteger tu intimidad. La IA de la que tanto hablamos se abre a esta nueva vertiente que se mete en el alma cual navaja para destrozar nuestros sentimientos. La vida tiene un punto de partida y es hacia la muerte. Tras ella, los que se quedan esperando volver a ver a quienes partieron, hay que vivir sabiendo echar de menos manteniendo viva en la memoria cuya evolución hará que ese recuerdo llene el vacío. François Mauriac decía que la muerte no nos roba los seres amados. Al contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo. Tino Bao, famoso actor y músico, perdió a su hija de 22 años por una rara enfermedad de la sangre. Su devastación emocional le arrastró hasta EEUU, donde hizo un doctorado sobre IA para “poder resucitar a su hija”, como ha anunciado feliz. Ahora, el chatbot de Bao Rong, le habla a su padre con la voz de su hija. Lo hará representando su cara, mirada, sus manos y tono de voz, pero en el fondo él sabrá que su hija falleció, por lo que ya pasó su luto emocional, aunque resucite una vida en sentimientos algorítmicos. “Cuando la pena nos alcanza, por un hermano perdido. Cuando el adiós dolorido, busca en la fe su esperanza”. Construimos con esta resurrección a muñecos, no a hijos, con el riesgo de no saber que la muerte es el final sin saber manejar la bondad del recuerdo que convierte al afligido en un ser con la emoción de un pelele.

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