Vía Augusta
Alberto Grimaldi
Anatomía de un bostezo
NUESTRO himno nacional tiene significativas diferencias respecto a los de otras naciones. La primera, que en la Constitución ni se le menciona, siendo uno de los más antiguos de Europa, porque data de 1770 y salvo en el trienio liberal y en la Primera y Segunda República, en que se sustituyó por el himno de Riego, lleva más de doscientos años como himno de España. La siguiente diferencia es que no tiene letra, por lo que nuestros deportistas permanecen mudos, cuando se interpreta en los estadios, mientras que los del resto de las naciones corean su letra, en actitud respetuosa, y los de muchos países llevándose la mano al corazón para significar su identificación nacional. Y no habrá sido por la falta de encargo a compositores. Así a Ventura de la Vega, Eduardo Marquina, José María Pemán (al que se lo encargó el general Primo de Rivera en 1928) propusieron sus respectivas letras sin éxito. En la presidencia de Aznar se hizo otro encargo, buscando con un cuarteto pluralidad geográfica e ideológica. Los últimos intentos han sido los del Comité Olímpico español y el del C's, que se lo encomendó a Joaquín Sabina. Hoy sigue sin letra.
La última particularidad de nuestro himno es que silbarlo no es un ultraje a España, sino que se considera manifestación de la libertad de expresión y, como supone el ejercicio de la crítica política, no merece reproche penal. Éste fue el criterio del juez Pedraz, que luego confirmaría la Audiencia Nacional, porque el suceso de la última final de la Copa del Rey, donde 10.000 silbatos, sonando, regalados por organizaciones independentistas, que apenas dejaron oír el himno nacional, ya había tenido precedentes en las finales de Copa de los años 2009 y 2012. El Código Penal considera ultraje a España las ofensas a la nación y a sus símbolos, pero ya sabemos que existen criterios de interpretación que están por encima del texto de la ley, como dice la presunta alcaldable de Barcelona.
Con esta doctrina asombramos a las democracias mundiales, porque en USA, Gran Bretaña o Francia no se considera ejercicio de crítica política, sino ultraje, silbar Barras y Estrellas, Dios salve a la Reina o la Marsellesa. Xavi, el jugador catalán de la selección española, dice que lo que tenemos que preguntarnos es por qué 10.000 pitan a España y a su Rey. Si tan incómodos están, ¿por qué no renuncian a competir en la Copa del Rey de España?
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