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La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

¿Progresistas?

Poco tienen de progresistas la amnistía, la desigualdad, la humillación de los jueces o dar la inmigración a los xenófobos

La parte más débil, artificiosa e insustancial de la política del Gobierno con el partido de Puigdemont no es ya la amnistía. Son los argumentos. Eso de que se hace todo lo que se hace y se da todo lo que se da por mejorar la convivencia en Cataluña y reforzar el progreso de España.

Repitamos una vez más, ya que no lo quieren escuchar: la convivencia en Cataluña mejoró cuando el Estado democrático –también el PSOE– derrotó a los que se levantaron contra él, vulnerando la ley y tratando de imponer a todos los catalanes y todos los españoles un cambio antidemocrático de régimen. En cuanto al progreso, ¿qué hay de progresista en una ley de amnistía que absuelve de sus pecados a un grupo de malhechores que ni siquiera se arrepienten de los graves delitos contra la convivencia que cometieron y ni siquiera se comprometen a no volver a cometerlos? ¿Qué progreso colectivo supone aceptar el relato –el cuento, mejor dicho– de que el procés fue sólo un ejercicio de democracia y que los jueces reprimieron a sus cabecillas únicamente por sus ideas políticas, de modo que ahora han de ser contradichos, deslegitimados y humillados? El tercer poder del Estado, enmendado por decisión del segundo. ¿Qué progresismo alienta en la liquidación del principio de igualdad de los españoles ante la ley que se respira en la fabricación de una casta de políticos a los que se les permite sublevarse, violentar las calles y malversar el dinero público sin la sanción que todos los demás ciudadanos recibirían por los mismos hechos?

Ahora bien, en materia de regresión no existen límites. La última concesión a Junts vuelve a afectar a la línea de flotación del Estado democrático. La gestión de la inmigración que llega a Cataluña, ¿qué tendría de progresista? Supondría la renuncia por parte del Estado al control de fronteras y la regulación de los flujos migratorios, dos de los elementos definitorios de la soberanía nacional, y supondría la aplicación por la Generalitat de los planteamientos más reaccionarios y xenófobos del independentismo,

Es tan escandaloso el asunto que el Gobierno trató de matizarlo desde el principio. Ahora bien, ¿qué acuerdos son esos que al minuto siguiente de alcanzarlos ya necesitan puntualizaciones y revisiones? Creo que Patxi López, con su sinceridad palurda, dio la clave: había sido un pacto “de aquella manera”. O sea, un acuerdo improvisado, sin pensarlo mucho, forzado por la urgencia de aprobar los decretos con los siete votos.

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