La llegada del último mes del año al calendario trae consigo no solo frío y consumo, sino que permite desenroscar el tarro de las falsedades para que el mundo se maquille a gusto antes de salir de casa.

Cada uno lo hará dependiendo del miedo que le tenga a esta sociedad, que lo mismo te señala con el dedo para aplaudirte, que lo mismo te ajusticia con el látigo de la indiferencia.

Y es que con estas fechas donde las calles se adornan y los villancicos resuenan, parece ser que todos debemos de volvernos un poquito más buenos; todos debemos de volvernos un poquito más educados; todos debemos de fingir un poquito más que de costumbre.

En breve habrá que poner mensajes a decenas de contactos deseando primero, unas Felices Fiestas; luego, una Feliz Navidad; y por último, un Feliz Año Nuevo.

En breve habrá que entrar y salir de las tiendas con una sonrisa en la mano para sujetar la puerta y con los brazos cargados de regalos que ya veremos cómo pagamos.

En breve habrá que ser solidarios con los que no tienen, fraternales con los enemigos, afectuosos con los que pasan hambre…

Pero… ¿qué hacemos con los que son malos por naturaleza? ¿Con los que nos hacen la vida imposible? ¿Con los que pisotean nuestros sueños y no nos dejan avanzar?

Háganse un favor este año…

Sean libres y no entren en esa espiral.

Sean coherentes y háganles caso a su corazón; seguro que éste se lo agradecerá.

Sean valientes y aprovechen esta nueva oportunidad que la vida en sí les da para levantar la cabeza y no les tengan miedo al qué dirán, a que los envidiosos les señalen por la calle, a que los resentidos les juzguen por lo que hacen o dejan de hacer…

En definitiva… Quiéranse un poquito antes de malquerer a los demás.

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