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La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Reencuentros de ayer y hoy

Diligencia o avión da igual: se espera a familiares y amigos, y se celebran reencuentros, hoy como hace dos siglos

Nada ha cambiado tanto, por mucho que hayan cambiado las cosas. Al ver estos días en los informativos las imágenes de aeropuertos llenos de una multitud feliz que aguarda a sus familiares, y los besos y abrazos que se dan al reencontrarse –I’ll Be Home for Christmas de Crosby, Vuelve a casa por Navidad de El Almendro–, recordé el relato de un viaje en diligencia por Yorkshire en la víspera de Navidad que narra Washington Irving en Vieja Navidad (El Paseo Editorial), publicado en 1820: “El coche estaba abarrotado, tanto por dentro como por fuera, de pasajeros que parecían en su mayoría dirigirse a los hogares de los parientes y amigos a celebrar la Navidad [con] la alegría pintada en cada rostro… Iba cargado también con escarcelas, canastas y cajas de dulces, y liebres colgando de sus largas orejas a ambos lados del pescante: presentes de amigos lejanos para la fiesta inminente… El cuerno soplado a la entrada de un pueblo produce un alborozo general y extraordinario. Algunos se apresuran a encontrarse con los amigos recién llegados…”.

De la diligencia a los aviones, dos siglos después se reconoce la misma alegría del reencuentro. Es que somos hijos del aparato festivo y sentimental de la Navidad en gran medida creado en la Inglaterra georgiana y victoriana, y después recreado por su ex colonia americana en la primera mitad del siglo XX en un arco que va de Canción de Navidad de Dickens a ¡Qué bello es vivir! de Capra, de las Folk Carols inglesas a White Christmas de Crosby, de los christmas con escenas domésticas de celebración inventados por Sir Henry Cole y el ilustrador John Calcott Horsley en 1843 a las ilustraciones de Norman Rockwell para el Saturday Evening Post.

No siempre fue así. En su relato Irving hace el divertido retrato de un viejo y erudito párroco que “vivía anclado en los tiempos pasados” hasta quedarse “completamente enredado en las controversias sectarias de la Revolución, cuando los puritanos atacaban tan ferozmente las ceremonias de la Iglesia, y la pobre y vieja Navidad fue expulsada de la tierra por decreto del Parlamento”. Efectivamente, durante la dictadura de Cromwell se prohibió la celebración de Navidad –¡incluidos los dulces!– hasta que el rey Carlos II la reinstauró en 1660. A los puritanos de política o religión de ayer y hoy les ofende que la gente se quiera y se divierta. Pero siempre el common people gana.

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