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'Tartessos', una novela históricaDesde el 'Libro del Repartimiento'

La ciudad de la historia

EN el año 2003, la editorial Edhasa (posteriormente en Quinteto) publicaba en su colección de Narrativas Históricas una novela de Jesús Maeso de la Torre ambientada en "el reino del Ocaso del rey Argantonios". No teman nuestros lectores, pues no nos hemos "transmutado" ni hemos copiado la página de Lectores sin remedio de nuestros compañeros (y sin embargo amigos) Clavijo y López. Para nosotros, historiadores de la Antigüedad, es una buena noticia tener en nuestras manos una novela que enmarca el primer y legendario reino del sur de España en su desarrollo narrativo.

El autor del relato es el profesor Jesús Maeso que, aun siendo natural de la renancentista Úbeda, se siente gaditano de adopción y conoce nuestra "arqueogeografía" con suficiente solvencia. Gracias a ese conocimiento, podemos viajar en el tiempo y en el espacio por parajes familiares.

El eje central de la narración es el Lago Ligur, o Lago Ligustino, en la desembocadura del Guadalquivir, el Tertis. La Bahía de Gadir era la antigua formación geológica del amplio estuario del gran río andaluz y su adyacente el Guadalete, el Cilbur. Al sur del lago, la capital del "Reino de los diez Reinos", a la que el autor le da el nombre de Turpa, la "urbe sagrada" de Tartessos. Esta ciudad regia es ubicada por este novelista en un punto entre Asta Regia y Évora, y cerca del monte Abas. La vecina Asta, que en la narración es la ciudad federal en la que los reyes del Imperio Tartéssico se reúnen para tomar decisiones y juzgar (por eso luego Asta "Regia"), se confunde con un barrio portuario y centro comunitario de la capital de la gran monarquía, "la Ciudadela del Lago". Añadamos a todo lo dicho que hace dos mil quinientos todos estos parajes eran puertos del gran océano Atlantis.

Otra ubicación geográfica importante es la región sanluqueña (roteña y chipionera), donde se encuentran los lugares sagrados para los tartesios, con santuarios dedicados a la diosa de la Luna, Noctiluca, y al dios del mar, el helenizado Poseidón, el bosque sagrado de Ébora, y la cueva sacra de Gerión. En estos parajes cercanos a Évora se encontraría la gran necrópolis real de los legendarios reyes Crisaor, Gerión, Nórax, Gárgoris y Habis, en cuyas tumbas se guardan los secretos itinerarios oceánicos que son surcados por el pueblo marinero de los tartesios.

Junto a los lugares centrales, tenemos que hacer referencia a muchas otras menciones geográficas que aparecen en la novela. La antigua isla Cartare (entre las desembocaduras de los ríos Guadalquivir y Guadalete) es tierra de las bellas y cosmopolitas ciudades-jardín, de los campos de olivares y cereal de Nabrisa (Lebrija), de los viñedos de Colobona (Trebujena) y Xera (la nuestra), de los pescadores de atunes de Cilpe y Baessipo, o de los bravos toros de la región de Asido.

Nuestra tierra es por tanto la novelada (e hipotética) cuna de un imperio andaluz cuyas fronteras eran guardadas por los cempsi (pueblo de origen centroeuropeo) del río Anas (Guadiana) y por los gymnetes y maessi del este, en los límites del Monte de la Plata. Un gran reino comerciante e industrial, donde el trabajo de la minería se complementa con el de la fundición de la plata, el cobre y el estaño (aleación del bronce), en las fundiciones de Cástulo, Egelasta, Olba u Onuba, junto al río Hiberus.

En lo que respecta a los vecinos gadiritas (colonos fenicios de Tiro), asistimos a la bella descripción de las islas gaditanas: Eriteia, donde se enclava la colonia púnica, con el templo de Astarté en la zona más al norte; un canal con doble puerto que da paso a la isla de Kotinussa, con los templos de Baal (junto al canal norte) y su necrópolis, así como el famoso templo de Melqart, en la punta sur de la isla. Frente a este archipiélago otra isla, Antípolis, y otra fundación fenicia en el estuario del Guadalete, Menestheo, con su puerto y su oráculo.

Hasta aquí la novelada (como decimos) y documentada geografía que nos propone Maeso. Pasemos ahora a la cronología, el relato transcurre en el último tercio del siglo VII a. C., en los primeros años del reinado de Argantonios y coincidiendo con el viaje de un "Colón griego", Kolaios de Samos, a quien el pasado año ya dedicábamos una página de nuestra "Ciudad de la Historia". Junto a estos personajes "históricos" otros ficticios como el joven consejero, orfebre y fundidor de metales, Hiarbas, originario de la región de Cástulo en el Consejo Real (un alter ego del autor); la sacerdotisa de la diosa Luna, la misteriosa Anae; el príncipe o sarím gaditano, Milo; la curandera Níobe, o el médico real y eunuco egipcio, Sinufer.

El resultado es una novela de viajes, en la que se reconstruyen los viajes a las islas del estaño (Gran Bretaña) o las rutas fenicias del Mar Interior, así como los proyectados viajes a las Islas Madeira y Afortunadas, y una narración de misterio, suspense y espionaje, en el que los destinos de Asiria, Babilonia, Persia, Tiro, Gadir, Tartessos y Cartago están unidos. Es el Mediterráneo de hace dos mil quinientos años, una "ecumene" (mundo globalizado), en la que la influencia política en el gran arco mediterráneo depende de los movimientos de las potencias emergentes de la Antigüedad. En este cuadro histórico hay crueles piratas etruscos traficantes de esclavos, taimados cartagineses, atrasados oestrymnios y kasitéridos, aventureros samios y focenses, y en general, admirados griegos de la Hélade.

Es de agradecer que un creador literario utilice las fuentes clásicas como apoyo de sus "Musas": leyendo la novela podemos seguir los relatos de Heródoto, Platón, Teopompo, Estrabón, Plinio, Mela, Columela, Estéfano de Bizancio o Avieno, y los estudios de Antonio García y Bellido, Adolf Schulten, Maluquer de Motes, Jaime Alvar, María Eugenia Aubet, José María Blázquez, Francisco Javier Lomas o Juan Antonio Fierro.

Gratias plurimas tibi Maeso. En próximas semanas seguiremos con estos temas.

CRT

Podemos hoy analizar de forma somera la principal fuente literaria del Jerez de la Reconquista: el Libro del Repartimiento. Los profesores Manuel González Jiménez y Antonio González Gómez son las máximas autoridades en el estudio de esta importantísima fuente, y nos dejaron una magnífica descripción de los que fue aquel Jerez de la "Reconquista" y del siglo XIII. Las collaciones, barrios o parroquias del Jerez de 1264 son las que siguen: San Salvador, con 425 vecinos y 1725 habitantes (23,25 % del total); San Marcos, con 323 vecinos y 969 habitantes (17,68 %); San Mateo, con 281 vecinos y 843 habitantes (15,37 %); San Juan, con 274 vecinos y 822 habitantes (14,98 %); San Dionisio, con 228 vecinos y 684 habitantes (12,50 %); San Lucas, con 209 vecinos y 627 habitantes (11,42 %), y la Judería, con 88 vecinos y 264 habitantes (4,8 %). Daba un total de 1.828 vecinos repobladores con 5.934 habitantes o familiares a su cargo, según una estimación media. La procedencia de los vecinos repobladores de Jerez era la siguiente: 13 asturianos, 82 gallegos, 155 leoneses, 307 de Castilla la Vieja, 137 de Castilla la Nueva, 22 vascos, 61 extremeños, 42 jienneses, 20 cordobeses, 25 sevillanos, 34 navarros, 27 aragoneses, 44 catalanes, 4 valencianos, 30 portugueses, 7 franceses, 3 italianos y 1 inglés. En total, del Reino de León (León, Asturias, Galicia y Extremadura), 311 vecinos (30,65 %); del Reino de Castilla (País Vasco, ambas Castillas y Andalucía), 550 (54,51 %); del Reino de Navarra, 34 (3,35 %); de la Corona de Aragón (Aragón, Cataluña y Valencia), 75 (7,38 %); del Reino de Portugal, 30 (2,95 %), y de naciones extrapeninsulares (Francia, Italia e Inglaterra), 11 (1,07 %).

Tales estudios hoy se enriquecen con los de José Antonio Mingorance, compañero del CEHJ y reciente "Premio Manuel Esteve".

José García Oliva. Experto en literatura infantil y juvenil.

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